Algo personal

Hoy puede ser un gran día

Alfons Cervera

Alfons Cervera

No sé si recuerdan la película El cartero y Pablo Neruda. El poeta chileno vive en un pequeño pueblo italiano. El cartero, Mario, le lleva el correo a casa y surge entre los dos una hermosa amistad. Un día Mario le pide al poeta que escriba una poesía para la chica de la que está enamorado. Se pone digno Neruda y parece poco dispuesto a atender la petición del amigo. Y es entonces cuando Mario se pone igualmente digno y le suelta al poeta: «la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita». Este domingo necesito «Hoy puede ser un gran día», la hermosa canción de Joan Manuel Serrat. Tal vez porque, como dice John Berger, «la necesidad es lo que hace real a la realidad». Pongo la canción una y otra vez en el viejo tocadiscos. La aguja también es vieja, pero rueda bien surco a surco. La vida y los discos van juntos muchas veces. Nunca se me olvidará lo que me pasó hace muchos años: en el maletero del coche había dejado Com ho fa el vent y La paloma, dos de sus primeros discos. Un calorazo insoportable. El precalentamiendo del planeta. Cuando abrí el maletero, los pobres vinilos estaban más ondulados que el tupé de Elvis Presley cuando se rompía el cuello en las primeras versiones de «Heartbreak hotel» o «King creole». Los días en que me negué a aceptar el desastre y me los pasaba viendo cómo daban vueltas en el flamante picú de aquellos tiempos. Creo que asistir al espectáculo inaudito de esos dos discos girando borrachos en el plato fue mi primera alerta sobre el cambio climático. Igual si a Feijóo y Abascal les hubiera pasado lo mismo con un disco de canciones falangistas, creían a tope en la hecatombe climática. Por eso y por más cosas, hoy necesito la canción de Joan Manuel Serrat. Y se la robo para traerla aquí, precisamente este domingo 23 de julio de 2023. Espero que no se les haya olvidado. La fecha, digo.

En apenas unas horas cambia a veces la vida de la gente. Cada cual dejará caer en la urna lo que quiera para que esa vida sea o no la que había soñado a partir de esta medianoche. Los sueños son libres, aunque paradójicamente algunos sueños pretendan que la libertad sea algo imposible y se empeñen en lograr que nuestra vida transcurra encadenada. Los míos, mis sueños, son más o menos los de siempre. Poca cosa. Libertad, igualdad, fraternidad. Los valores republicanos de toda la vida desde que me conozco. Escribió Luis Cernuda: «Adonde brilla desnuda la verdad nada se necesita». En un país así me gustaría vivir. Pero en el que ahora vivo campa a sus anchas la mentira. Al final, la gente se acostumbra a que le mientan, o lo que es peor: llega a creer que la mentira vale más que la verdad. Lo mismo pasa cuando hablamos de dictadura y democracia: hay a quienes les gustaría que hubiera una papeleta donde pusiera «dictadura» para echarla en la urna. Hay quienes prefieren que no hubiera urnas, y se apuntan a las elecciones porque no tienen más remedio. No me lo invento. En la dictadura no sólo no sufrieron, sino que vivieron a cuerpo de rey. Por eso la siguen amando con auténtica locura. En mi papeleta estarán los nombres de quienes sufrieron. Serán los nombres que han venido llenando de dignidad la memoria que me queda. Ya no están para votar este domingo, pero yo votaré por ellos y en su nombre. Es lo que aprendí de sus vidas mientras estuvieron conmigo, cerca o lejos, pero conmigo. Esos hombres y mujeres a quienes cantó Miguel Hernández: por mucho que los ataran en la pena de las cárceles, nunca les atarían el alma. Esos nombres.

Hoy puede ser un gran día. No sé lo que será a partir de la medianoche. Y aún menos lo que será mañana. Cada cual hará lo que crea que tenga que hacer. Las urnas están para llenarlas o para que se queden medio vacías. Yo las prefiero llenas. Los sueños nunca se me fueron de la cabeza. Esos sueños seguramente más viejos que la aguja que se deslizaba a saltos por los discos achicharrados de Joan Manuel Serrat. Pero ahí siguen, incansables a pesar de los años transcurridos, llenos de esperanza en que a nuestras vidas y a este país no regrese la barbarie. Las canciones, como los poemas, son de quienes los necesitan. Tenía razón Mario, el cartero de Pablo Neruda, enamorado hasta las cachas de Beatrice en su pueblecito italiano. Ya lo dije al empezar esta columna: necesito este domingo la canción de Serrat. «Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar / Un ejemplar único, no lo dejes escapar / Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti / No lo mires desde la ventana y siéntate al festín / Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien»”. Y los dos versos que más me gustan: «Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así / Aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti». Ha costado muchas vidas llegar a domingos como éste. Aprovecharlo o que nos pase de largo depende de nosotros. Sólo de nosotros. Sólo.

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