Vita da mediano
La trampa
Escenificación aparte, con el mensaje enlatado a la nación propio de regímenes opacos, la comparecencia ayer de Layhoon Chan, presidenta pese a su voluntad, es la representación de una trampa, la que lleva al Valencia hacia la extinción. La síntesis sería así. Cada año debemos reducir gastos para alcanzar una ‘sostenibilidad’ que nunca llega porque, a su vez, los ingresos caen al ser cada vez peores deportivamente. Así, cortando obstinadamente el cable equivocado de la bomba de relojería, nos aproximamos al ideal perfecto de sostenibilidad. Cero igual a cero. 104 años de historia reducidos al tamaño de un garbanzo.
El argumento no es nuevo y se implantó desde 2019. Entonces, con el equipo en la cima en su centenario, campeón de Copa y doble participación en Champions, habiendo superado al Sevilla y con el Atlético notando el aliento de un murciélago en su nuca, se apartó a Mateu Alemany y Marcelino en búsqueda de la llamada ‘sostenibilidad’. Quizás, sólo quizás, pudiera parecer que no era más que una lucha por recuperar el timón de un proyecto revitalizado. La pandemia vino de perlas para justificar el relato, igual que en 2009 la explosión de la burbuja inmobiliaria se utilizó para disculpar el crack del lujoso proyecto del eterno nasciturus de Corts Valencianes.
Por más que el club se hubiese instalado en una dimensión de ingresos camino de nuevo del top 20 del informe anual de Deloitte, entre metáforas de gatos escaldados se nos vino a decir que los jugadores eran caros, viejos y propensos a lesiones. Con el tiempo se demostró que aquellos futbolistas treintañeros también serían propensos a levantar títulos europeos a 60 kilómetros al norte por la AP-7.
El resultado de esa búsqueda audaz por la sostenibilidad es conocido. La reducción de gastos no sirve de nada si las decisiones deportivas para reciclar al equipo no son las adecuadas. Por ejemplo, vender a Mata, Silva y Villa para fichar a Aduriz y Soldado y promocionar a Pablo Hernández. Que llegasen Mathieu y Feghouli a coste cero. Adaptarse a la herencia envenenada del solerismo, pero con tres participaciones seguidas en Champions. El problema del Valencia no es sólo de sostenibilidad, sino de la ambición con la que el club se readapta y se ataca un contexto que es hostil.
De la ambición representativa del club embajador y orgulloso a la feudalidad del no-lugar. Ya lo dije alguna vez, pero insisto. Desde 1919 a 1923, desde la nada de las piedras del solar de Algirós, la voluntad de querer llegar nos dio para inaugurar Mestalla y consolidarse para demostrar «que era una bona manera per a València representar». De 2019 a 2023, hemos pasado de ostentar la tradición de un siglo, a desmantelarla para correr sin frenos hacia el precipicio.
Suscríbete para seguir leyendo
- Moisés se despide en Pasapalabra tras 227 programas: "Ha sido genial
- Edurne cuenta como ha sido su separación de David de Gea
- Palabras que creías que eran en castellano y son en valenciano
- Proliferan las "jaulas para turistas" en un barrio de València
- Bertín Osborne sentencia el futuro de Pedro Sánchez
- Clausuran en Xàtiva una de las gasolineras más baratas de España por fraude fiscal
- Un arrollamiento obliga a cortar las líneas 3 y 9 de Metrovalencia
- Sale a la luz a qué se dedica María Patiño tras su despido de Mediaset: "He tenido que reconducir un poco mi vida, ahora practico el auto-amor