no hagan olas

Póker político en curso

Juan Lagardera

Juan Lagardera

Ya no hay veraneo, sino vacaciones de una o dos semanas sueltas, una quincena seguida a lo sumo. Tampoco hay riadas o gotas frías, sino danas, acrónimo de «depresión aislada en niveles altos», o sea, un embolsamiento de aire frío que se queda muy arriba y en solitario, hasta que su contacto con las zonas bajas calientes y de modo errático, precipita en forma de tormentas bestiales. ¿Hay o no hay cambio climático? El tiempo pasa y, como cantaba Franco Battiato: «En la apariencia y en lo real, en el reino físico o en el astral, todo se disolverá». El curso político tampoco se ha suspendido. No ha llegado la tregua estival. El Gobierno de la nación sigue en funciones, las rondas de los candidatos presidenciales deambulan a tiempo parcial. Los medios viven a diario de rumores y toxinas altamente ideologizadas. ¿Se muere la información independiente?

A duras penas las autonomías han cubierto sus expectativas de gestión. El descuartizador de Tailandia y la zafia compostura del motrileño Luis Rubiales han sofocado la inestabilidad periodística de la política española. ¿Pero existe España?, se llegan a preguntar algunos. ¡Cuánto mareo provocó el franquismo y sus péplums, aquellas películas historicistas de Cifesa!

Nadie lleva juego y todos van a la partida. El lendakari peneuvista Íñigo Urkullu propone a través de un artículo en prensa renovar la Constitución de 1978 con una nueva lectura (sin necesidad de modificarla), solo reinterpretándola para obtener un nuevo país (un estado en realidad, no un país) al que define como plurinacional. El PNV se abstuvo en aquella fecha. Ni hablar, contestan todos; ni pensarlo, replican desde Vox, de donde han huido los ultraliberales para dejar la palabra a los ultracatólicos camino de Emaús.

No obstante, Vox, un partido sin cuadros, se ve obligado a organizar castings para cubrir las plazas que ha obtenido en sus coaliciones de gobierno. No creen en las autonomías, pero no renuncian a integrarse en ellas: ¿para reformarlas desde dentro? Entrismo llamaban a esa estrategia los seguidores de León Trostsky. Alberto Núñez Feijóo, mientras tanto, se ha apañado una salita con banderas en el Senado, desde donde ha telefoneado a Junts. Solo telefoneado. Nada de negociar. ¿Entonces? Lo más claro es que no suma lo suficiente para la investidura que le ha encargado el rey Felipe VI. ¿Entonces? ¿Juega a ser solo protopresidente y a que Pedro Sánchez, después, tampoco alcance? ¿Entrena para una repetición de elecciones o acaso espera un tamayazo si Sánchez sobrepasa las líneas constitucionales? La vieja guardia socialista, de Felipe González a Alfonso Guerra, ya se ha pronunciado. Pero el PSC aprieta y aprieta, para ganar las catalanas y el palacio de la Generalitat dentro de uno o dos años. Hacia Waterloo se desplazó Yolanda Díaz, más osada políticamente que nunca. Su papel es presentar una nueva izquierda estéticamente sexy, alejada del tono irritado de Podemos que siempre anunciaba el apocalipsis social. Con ese salvoconducto cruza puentes y teje alianzas que le sirvan a Sánchez. Como buena excomunista e hija de sindicalista, sabe que pedir la Luna es una buena táctica para obtener la mínima parcela en la Tierra. A ella se acogen en Compromís, un partido que ha perdido presencia urbana y se refugia en la tradición agropecuaria valenciana. Su destino en las Cortes de Madrid es una incógnita, pero las apuestas no le son favorables a día de hoy.

¿Y Sánchez, a qué juega? Todo son especulaciones en torno a un presidente en funciones europeas, agitado por los asesores más conspicuos, de José Luis Ábalos e Iván Redondo a Miguel Barroso. Dan bandazos respecto del futuro sanchista los tribunos de la prensa nacional con sede en Madrid –el DF, como lo bautiza el cronista Enric Juliana, voz de la moderación culta y distante de la menestralía catalana, una especie de yanqui en la corte del rey Arturo y del Chicote de Gran Vía. El todavía presidente Sánchez Pérez-Castejón, un día enamora con su planta de uno noventa y su inglés del Ramiro de Maeztu a la conservadora Úrsula von der Leyden, y al siguiente le colocan en la Otan para sustituir a Jens Stoltenberg. De buena mañana prepara una ley de amnistía para los independentistas auxiliado por los magistrados del Tribunal Constitucional, y a la tarde se ha puesto a negociar la liquidación del país cediéndole a Carles Puigdemont (experiodista) la soberanía suficiente como para convocar de modo unilateral un referéndum de autodeterminación.

¿Y si Sánchez lo está intentando de modo teatral para no cruzar el Rubicón y convocar nuevas elecciones hacia enero? Habría gobernado medio año más, que no es poco, criminalizado al independentismo por no frenar a la derecha española, y al tiempo agudizado la inestable alianza de Feijóo con Santiago Abascal, dedicado el gallego a sofocar con educación los extremismos cotidianos de sus coaligados. Para esas fechas, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso (experiodista), ya estaría en condiciones de postularse como sucesora al liderazgo nacional del Partido Popular.

A todo esto, poca gobernanza, presupuestos prorrogables, medio país pidiendo subvenciones y tanto la guerra de Ucrania como la inflación en estado indescifrable. Así ha arrancado la nueva liga política, va a llegar el otoño en plena partida de póker. ¡Auhhh! dibujaba Chumy Chumez en la cabecera de aquella revista mítica de la transición, Hermano Lobo: El tiempo transcurre y no sabemos si nos deparará sorpresas y cambios; en traducción libre.

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