tribuna

Más allá de fronteras y conflictos

Jacobo Muñoz

Jacobo Muñoz

En el trasfondo de la rutina diaria y las noticias que a menudo nos asaltan con relatos de conflictos y disputas, el 21 de septiembre emerge, como un recordatorio importante, el Día Internacional de la Paz, fecha que nos insta a reflexionar sobre la relevancia de uno de los valores universales más trascendentes en un mundo que a veces resulta tan dividido. Esta conmemoración, tal como fue concebida por la Asamblea General de Naciones Unidas desde su creación, nos invita a comprender que la paz no es solo la ausencia de conflictos armados, sino que implica construir un entorno donde la justicia, la equidad y los Derechos Humanos puedan florecer. En palabras de Martin Luther King Jr., «La paz no es ausencia de tensiones; sino la presencia de justicia». En ese sentido, podremos concebir que la paz no es una utopía, sino un imperativo moral en nuestra sociedad y que su enfoque integral debe resaltar la necesidad de abordar las raíces profundas de la injusticia y la desigualdad.

A medida que reflexionamos al respecto, la historia nos ofrece lecciones invaluables de perseverancia y transformación. A lo largo del tiempo, diversas naciones con entramados sociales y políticos bastante complejos han tenido que enfrentar sus propios desafíos en la lucha por la consecución de la paz. No obstante, ejemplos como el de Colombia, que ha sido testigo de décadas de violencia, y que, sin embargo, ha demostrado una resiliencia admirable en la búsqueda de la reparación; o el de Sudáfrica, cuyo caso es emblemático al exponer cómo es posible transformar un país a través del diálogo y el perdón; estos esfuerzos muestran que, incluso en los momentos más oscuros y complejos, es posible encontrar vías hacia el camino de la reconciliación.

La experiencia de todos los Estados que en algún momento han tenido que pasar por situaciones semejantes, nos enseña que la paz no es una meta estática, sino un proceso continuo. Es un compromiso colectivo que exige la participación activa de la sociedad en su conjunto. Es el resultado de una construcción constante de confianza, diálogo y entendimiento mutuo. Un camino que, aunque lejos de ser perfecto, demuestra que la voluntad y la determinación deben prevalecer, aún más, en momentos como los actuales, en los que el mundo enfrenta una creciente ola de tensiones y disputas determinadas solo por los intereses geopolíticos de unos cuantos. Desde los conflictos regionales hasta las amenazas transnacionales, el panorama internacional está marcado por esta urgente necesidad de encontrar soluciones pacíficas y duraderas.

En este escenario, entidades como Fundación por la Justicia desempeñan un papel crucial en la materialización de este sueño de paz. Desde su labor incansable, se busca promover y defender los Derechos Humanos y la Justicia Social como pilares fundamentales para la construcción de una sociedad armoniosa y equitativa, que tenga siempre presente que la paz no es una fantasía inalcanzable, sino una meta tangible a través del esfuerzo y la dedicación. Su carta de presentación no deja dudas: «Queremos la Paz, trabajamos por la Justicia». El Día Internacional de la Paz no es solo una fecha en el calendario, es un recordatorio sobre la aspiración universal más fuerte que podemos tener. En este 21 de septiembre, recordemos que cada gesto de compasión, cada acto de solidaridad y cada esfuerzo por los derechos de otros contribuye a la construcción de un mundo más pacífico y humano. Inspirémonos en aquellos que, a través de la historia, nos han mostrado este camino, y reflexionemos en la idea de Kant, que la paz es posible por ser necesaria.