PARECE UNA TONTERÍA

No seas tú mismo

Juan Tallón

Juan Tallón

Feijóo pudo y, en su cabeza, no quiso ser presidente del Gobierno. No le dio la gana. Quizás exclamó, al asomarse al cargo, «Qué mierda es esta», como José Luis Mendilibar, el ex entrenador del Éibar, que hace tres años lo gritó desde la banda tras una decisión arbitral en contra, y acabó expulsado. Reconozcamos que la salida de Feijóo es magnífica, soberbia, de genio, porque te deja, cuando la oyes, completamente borracho. Estar borracho, sin el fastidio de andar bebiendo, es una de las grandes sensaciones de la vida. No querer ser presidente, pese a poder, fue, en realidad, como si lo hubiese sido durante un fragilísimo lapso, del que obtuvo la conclusión de que no merecía la pena mandar.

Soñar casi a lo grande es una audacia. Una vez yo pretendí no ser vicepresidente de la comunidad de vecinos y me obligaron. Soñé casi a lo pequeño. Y eso que alegué que me estaba muriendo, pero me veían en el gimnasio tres días a la semana, y no me creyeron. Rectifiqué y aclaré que me había equivocado en el sujeto, que quien se estaba muriendo, en realidad, era mi padre. Tampoco así. Tuve que desempeñar el cargo durante un año, que consistió en firmar dos papeles.

Nos pasamos la vida queriendo ser una cosa y acabamos siendo otra, que no se le parece, y que a veces es incluso la contraria. Es casi seguro que Feijóo acabe, de hecho, como jefe de la oposición. «Intenta no ser demasiado tú misma», le recomendó el abuelo de una amiga antes de acudir a una entrevista de trabajo. Algo de eso hubo en el discurso de Feijóo, que al final no quedó claro si era un discurso para mandar en el Gobierno o en la oposición. Se produjo una confusión casi tan bonita como la de aquella versión de Caperucita roja que escribieron Marsé y Vázquez Montalbán, en la que la niña y el lobo se disponían a tener relaciones sexuales, y un vecino llamaba al 091 y lo fastidiaba todo. Eran otros tiempos y los escritores acabaron delante de un juez, ante el que no supieron qué decir cuando les preguntó quién de los dos era Caperucita y quién el lobo.