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‘Laudate Deum’: segunda campanada
Laudate Deum es la segunda parte, publicada el 6 de octubre de 2023, del documento pontificio dedicado al medioambiente, publicado en 2015 y designado por el íncipit Laudato si. Éste hacía referencia al error de cifrar la resolución de las cuestiones medioambientales al paradigma tecnocrático, sin valorar que lo que está detrás del proceso actual de degradación de la Tierra es la codicia y la pretensión de pertenencia disponible a nuestro antojo de los recursos del planeta. En esta segunda parte se circunscribe al cambio climático.
Mento el final: el papa Francisco considera que el trasfondo último es cuidar de los que nos rodean, las personas, ya que, según la visión cristiana, son nuestros hermana/os; y todos hemos de custodiar de la Creación, siguiendo el mandato original del Génesis (2, 15), pues formamos parte de ella: si destruimos el planeta no hay humanidad. Y concluye con un aserto moral: «no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas». Uno puede pensar que en el conjunto de la sociedad, y de la tierra, es un mequetrefe alfeñique que, haga lo que haga, será insignificante. No es así: si yo me porto bien, y quien lea esto también, ciertamente habrá dos ‘aprovechados’ menos; y por los cimientos se comienza a edificar la casa. Francisco cierra con una tajante y actual afirmación: «un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo» (y por ende, de los demás).
El Pontífice no deja de ser, como él mismo diría en lenguaje porteño, riesgoso: se apunta de manera decidida -incluso atrevida- a que estamos ante un cambio que si no es ya catastrófico está llegando a serlo. Ante semejante panorama, y en pro de una humanidad que puede ser muy sufriente en los próximos decenios, Francisco llama a la acción urgente y vigorosa para frenar «el desastre». Y lo justifica realizando un recorrido sobre la cuestión desde su inicio en los años 90. Afirma con contundencia que «no hay dudas científicas sobre el incremento de las temperaturas globales, ni sobre los impactos que está teniendo en el sistema terrestre; tampoco sobre el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), ni sobre el papel protagonista que estas emisiones tienen en ese calentamiento». En esta línea apunta el peligro de dejar la cuestión para más adelante y así, unos por otros la casa sin barrer. El nuevo antropocentrismo lo sitúa el papa en «reconocer que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas, ya que todos estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde ante la creación».
Naturalmente, surge la cuestión acerca de si somos muchos viviendo en este planeta y si convendría reducir drásticamente a los pobres en lugar de la pobreza: «con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres».
El papa se ha convertido en adalid del medioambiente y urge a arrimar el hombro. Independientemente de su acierto en algunos aspectos técnicos-científicos, Laudate Deum es una llamada a la responsabilidad por la «casa común», que nos afecta a todos. Y en eso, tiene razón.
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