Mirador

Hacer de la necesidad virtud

Antonio Papell

Antonio Papell

«Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Y usted que hace?»

John Maynard Keynes (1883-1946)

Algún día habrá que analizar muy pormenorizadamente el trayecto recorrido por Cataluña desde la retirada de la política de Jordi Pujol hasta el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. El declive de Pujol, que coincidió con los años de gobierno de Aznar, a quien aquel facilitó la entrada en La Moncloa, desembocó en un encrespamiento del nacionalismo catalán, azuzado por la incomprensión de Madrid. Zapatero intentó aplicar lenitivos eficaces a aquella inflamación, pero a su salida del gobierno en 2011, cuando ya el TC había desactivado bajo presión el Estatuto, el nacionalismo españolista rompió los últimos puentes despreciando las propuestas de pacto fiscal de Artur Mas, que en realidad eran demandas legítimas de una actualización del statu quo de las comunidades autónomas.

En el camino hacia el 1-O, el PSOE no tuvo más remedio que colaborar con Rajoy en la aplicación de aquel 155 tardío y en la cirugía posterior. La intentona separatista había sido tan burda que no era posible contemporizar con ella desde posiciones constitucionalistas. La justicia hizo su parte y Cataluña se dispuso a una larga y tediosa travesía del desierto. La formación en el Estado de un gobierno de coalición de izquierdas en 2019 abrió sin embargo otros horizontes cuando ya la vehemencia independentista se había aplacado, aunque permanecían en prisión o en calidad de prófugos los principales cabecillas. Las relaciones de cooperación que mantuvo el gobierno estatal con las minorías nacionalistas en el Congreso de los Diputados sirvieron para abrir un proceso que desactivara el «Procés». Los indultos, ligados a la reforma del delito de malversación, denostados con saña por las derechas, ha tenido un efecto magnífico sobre la sociedad catalana, que se ha reconciliado internamente; sobre la economía catalana, ya que el país ha recuperado la estabilidad; y sobre los equilibrios políticos, ya que el PSC ha cosechado los frutos de su intención pacificadora, y el nacionalismo ha visto como la serenidad infundida desde el poder mitiga la efervescencia popular y retorna a los clásicos modos de convivencia que se materializaron en la Constitución de 1978.

La propia lógica de la situación evidenciaba que tras los indultos habría que proseguir el cierre del conflicto, entre otras razones porque centenares de personas que habían tenido un papel secundario en la intentona deben todavía rendir cuentas ante la justicia si no se actúa para impedirlo, y sería absurdo que fueran castigadas después de haber sido perdonados sus jefes de filas. Es innegable que Pedro Sánchez ha pasado de respaldar el 155 junto al PP, a conceder los indultos y, finalmente, a aceptar la posibilidad de la amnistía. Pero también lo es que los resultados electorales son coherentes con esta evolución. Y es muy cierto que el pronunciamiento de los electores en las últimas elecciones generales ponen a la coalición PSOE-Sumar en la disyuntiva entre proseguir a desinflamación catalana o provocar elecciones. Unas elecciones innecesarias (los españoles acabamos de pronunciarnos) que podrían llevar a Abascal a la vicepresidencia del gobierno.

Así las cosas, lo natural es que Sánchez haga de la necesidad virtud y acelere la recuperación de Cataluña, en términos inscritos absolutamente en la legalidad vigente. Todo indica que este será el camino elegido, que terminará de normalizar el Principado y, por ende, el sistema de partidos. Naturalmente, para que tal opción prospere será preciso que el nacionalismo catalán esté al altura y retorne sin reservas al Estado de Derecho constitucional.

Si la derecha fuese más sutil, habría llegado ya a la conclusión que ha obtenido Enric Juliana de toda esta escenificación: el indulto, la amnistía, si finalmente se produce y si tiene las positivas consecuencias deseadas, beneficiará muy especialmente al PP, que, si se desprende de las adherencias ultra, encontraría nuevos aliados y lectores en la Cataluña normalizada. Claro es que semejante racionalización de los equilibrios solo tendrá lugar si antes Génova ha comprendido que la alianza con Vox no le conduce a parte alguna, aunque de momento le haya servido para obtener una valiosa cuota de poder territorial. Pero al mismo tiempo, esta alianza contra natura que la derecha ha roto en Polonia y ha alejado (de momento) en Argentina, bloquea el acceso del PP al Gobierno. En Cataluña está la clave de todas estas cuestiones.

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