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La vida

Carles Senso

Carles Senso

«Buenos días, ¿tiene acabado en 37?». El carrito se ha impuesto innegociable. Sabe que siempre acaba comprando de más y la vuelta a casa se empina. Los años pesan. «Aguantando», responde de forma cuasi maquinal cuando le pregunta una mujer que sólo muestra cortesía para ahormar su queja eterna. «Me dio un cólico y se me hizo pancreatitis», embute sin que nadie le pregunte. ¡93!, interrumpe la quesera. La Navidad se acerca y las cantidades que se acumulan en la despensa se alejan de las necesidades alimentarias básicas. Navidad es derroche. Comprar, Gastar y Malgastar, los tres Reyes Magos. «7,89, ahí va». «Gracias, guapa». Conversaciones paralelas inundan el mercado. De aquí para allá, de allá para aquí. Quejidos por los precios y por el paso innegociable de los años se imponen. Pero incluso entre lamentaciones se impone la armonía disfrazada de conversaciones triviales que miran al pasado y enaltecen a las madres. Siempre las madres, ese hogar perdido que se revive con la repetición. «Ella lo hacía con manteca y siempre le salía bueno. Murió con 83 años y no tenía la cabeza como esta mujer». «Tres por cinco», oferta el de las bragas, que muestra sujetadores especialmente grandes.

En la esquina, tres testigos de Jehová esperan pacientes a que alguien les lance una mirada inocente y curiosa, que siempre responden con una sonrisa. Las furtivas las ignoran, curtida como tienen la piel después de tanta calle con la palabra de Dios en la boca. La mujer del carro ha dado un buen rodeo y mira ahora de enfundarse unas babuchas de las de cuadros. Pronto serán de nuevo tendencia porque poco calzado cuenta con más personalidad (y comodidad sin artificios).

Sólo al fondo se insinúa el hilito de las ondas que conectan con el Debate, en mayúsculas. Interviene el candidato a presidente y nadie lo escucha, imbuidos en sus necesidades mundanas. «Para circos ya tenemos Tele 5», puede pensar Virtudes. Edgar Barrera, el artista más nominado a los Grammy Latinos argüía estos días: «Por culpa de TikTok tienes cinco segundos para atrapar al consumidor». Lo saben los políticos de primera fila, en ocasiones excesivamente influenciados por comerciales de la comunicación. Inflan sus discursos, hiperventilan delante de la cámara, se pavonean socarrones, ironizan e insultan. Y el ciudadano deja de entenderlos, como si hablasen un idioma lejano. Y se apartan. Y dejan de escuchar. Y la política, algo tan importante, queda reducida al choque fanático. Frontal, irreconciliable. Y, mientras, la vida se impone en la calle. La artrosis de Paquita, el hijo en Alemania, la muerte de Antonio, el precio de las olivas, la rueda pinchada, ¿qué haré hoy de comer? La vida.