Tribuna abierta

Tu yo altruista, tu yo feliz

Clara Arnal

Clara Arnal

Todos llevamos un voluntario dentro. En cada uno de nosotros, en mayor o menor medida, hay una sed innata de alimentar comportamientos pro sociales. Y esto, no es más que promover y conservar valores que mantengan la justicia social, sin esperar gratificación económica.

Según Naciones Unidas, hay más de mil millones de voluntarios en todo el mundo. Una de cada ocho personas practica de alguna u otra forma un comportamiento pro social. Y ese esfuerzo, según la misma organización, equivale a 109 millones de trabajadores a tiempo completo, lo que supone un 1,7% del PIB mundial. Así que, si el lector es uno de estos contribuyentes al bien común, o pretende serlo, tal vez le interese seguir leyendo para comprender un poco mejor la base humana del voluntario.

Y es que… ¿quién mejor que los seres humanos para contribuir a nuestro propio desarrollo? Los humanos nos necesitamos los unos a los otros, y desde el comienzo de nuestra especie hemos desarrollado estrategias y comportamientos pro sociales encaminadas a mejorar el bien común.

Bien común puede hacer referencia a todo el planeta, a un país, una comunidad o una pareja. Y es que solo hace falta la existencia de dos personas para que una acción voluntaria se lleve a término. En ese caso, el comportamiento estaría promovido por la reciprocidad. Ayudamos a una vecina a subir la compra cuando la vemos cargada… Nos involucramos en una asociación de infancia con TDAH porque nuestro hijo ha sido diagnosticado con el trastorno… Nuestra mente nos dice «algún día me puede pasar a mi». Aunque para algunos esta manera de pensar pueda suponer cierto grado de egoísmo, todas estas acciones contribuyen altamente al bienestar social en nuestro entorno más inmediato.

Un paso más allá lo damos cuando la acción voluntaria que realizamos no conlleva reciprocidad alguna. Cuando transmitimos y compartimos valores, ayudamos y acompañamos a aquellos que no conocemos, a aquellos a los que nunca volveremos a ver, y a aquellos que no conoceremos nunca. Entonces estamos hablando de altruismo.

La acción altruista y formal es la que se lleva a cabo en el seno de organizaciones del tercer sector, e implica un cierto grado de compromiso, organización y responsabilidad: Tres premisas indispensables en la acción social.

Según estudios realizados entre estudiantes universitarios que ofrecen labores de voluntariado a medio o largo plazo, la diferencia entre el compromiso de unos a otros no radica en factores internos, como niveles de empatía o altruismo, ni en actitudinales, sino en la falta de tiempo o en los obstáculos para llegar al lugar donde realizar el trabajo voluntario. Siendo la capacidad innata evidente, deberíamos buscar organizaciones que nos permitan ajustar nuestros horarios e intereses. Es una buena fórmula para encajar los elementos que hacen falta para aumentar nuestros niveles de felicidad.

La neurociencia ha demostrado que las personas que realizan labores de voluntariado de manera regular producen más neurotransmisores relacionados con la felicidad, como la serotonina, la oxitocina o la dopamina.

Que los voluntarios somos personas más felices, es evidente. Buena fe de ello damos en Fundación por la Justicia, donde sabemos que nuestras acciones voluntarias van encaminadas a conseguir un mundo más justo. Donde trabajamos incesantemente por el bienestar de los demás, no importa si están en un barrio de Valencia como Nazaret, o en un barrio bengalí a miles de kilómetros.

Los valencianos hemos sacado a la luz en infinitas ocasiones nuestro espíritu solidario.

Así lo demostramos recientemente en la crisis del Covid-19, o durante los primeros meses de la invasión rusa a Ucrania, cuando miles de valencianos nos involucramos a recoger alimentos para las personas más vulnerables o en abrir nuestros hogares a refugiados ucranianos o en recoger relatos de víctimas para reclamar reparación ante la Corte Penal Internacional u otras organizaciones internacionales.

Alimentar el comportamiento social nos hace sentir bien. De eso no cabe la menor duda. El voluntariado nos empodera, nos hace mejores y construye mejores sociedades, y con ello un mundo mejor.

Naciones Unidas rinde un homenaje cada 5 de diciembre a todos los voluntarios del mundo, ya que juntos tenemos un poder inmenso. Este año 2023 plantea un reto a la humanidad: «Si todos lo hiciésemos». Con ello quiere invitar a todos y cada uno de nosotros a unirnos a una acción global, potente y revolucionaria: la del voluntariado. Una acción que, sin lugar a duda, puede cambiar el mundo.