LA SUERTE DE BESAR

Hay que salir en ‘Nature’ para que te tomen en serio

Pancarta contra todas las violencias machistas durante la manifestación feministra del 25N en València.

Pancarta contra todas las violencias machistas durante la manifestación feministra del 25N en València. / EFE/Ana Escobar

Mercè Marrero Fuster

Mercè Marrero Fuster

El dolor que la mujer sentía en todo el cuerpo le impedía ir a trabajar. Sus jefes comenzaron a sospechar y a preguntarse si ella no era, en el fondo, una cuentista que pretendía escaquearse de sus obligaciones. La mujer acabó presentando su renuncia. El marido no comprendía por qué ya no le hacía caso y había dejado de tener sentido del humor. Por qué no le apetecía ir al cine, salir a cenar, conversar o mantener relaciones sexuales. Con sus comentarios recriminatorios y su falta de empatía la hizo sentir culpable por estar y sentirse siempre mal. No sólo tenía dolor, también se sentía sola. Los especialistas descartaron una enfermedad neurológica, hematológica y le hicieron pruebas y más pruebas. Nada de nada. Le sugirieron que fuera al psicólogo, la acusaron de hacerse la víctima y la culpabilizaron por no apuntarse a gimnasia o a yoga. Sentía malestar, soledad y, además, estaba perdida en sus síntomas hasta que recaló en la consulta maravillosa de un médico maravilloso, quien, por fin, le hizo un diagnóstico: fibromialgia. Hoy lidia con esta dolencia silenciosa que afecta, básicamente, a mujeres y con la incomprensión que genera una enfermedad que no se ve, pero que sí se siente. Vaya si se siente.

He pensado en la historia de esta mujer silenciada y ninguneada, tras leer que la genetista estadounidense Marlena Fejzo ha descubierto, junto a investigadores de la Universidad de Cambridge, las causas científicas por las que aparecen las náuseas durante el embarazo y por qué afectan a unas mujeres de forma tan dramática. La responsable es, cómo no, una hormona y las conclusiones se han publicado en la revista Nature. Es sorprendente que no haya sido hasta la segunda década del siglo XXI cuando, por fin, se haya dado con el quid de una cuestión que afecta al 80% de mujeres durante los primeros meses de embarazo. Sorprendente y frustrante.

He leído testimonios de futuras madres que han llegado a vomitar decenas de veces al día, que han sufrido deshidratación y que, en casos extremos, como el de la doctora Marlena Fejzo, han acabado perdiendo a su bebé. Futuras madres a quienes han criticado por creer que intentaban llamar la atención de sus maridos, por desear abortar o por rechazar a la criatura que llevaban dentro. Hay que ser muy desconsiderado para enviar a una paciente a casa, decirle que se compre un barreño y que su mal «sólo durará nueve meses». Desconsiderado e inútil porque, detrás de esa minusvaloración y falta de respeto, hay una mujer desesperada, con una autoestima no demasiado boyante, que deberá solicitar una baja, se juzgará severamente por no vivir esa etapa de una forma esplendorosa y a quien el parto pillará exhausta. Y, sobre todo, muy culpable. Las de mi género tenemos una habilidad y facilidad pavorosas para sentirnos culpables por múltiples motivos. Ya basta.

La incomprensión y descortesía de algunos médicos hacia cuestiones femeninas fueron el revulsivo para que la doctora Marlena Fejzo estudiara los porqués. Porque detrás de unas náuseas, de una depresión postparto, de los cambios de estado de ánimo durante la menopausia o de unos dolores crónicos y generalizados hay causas científicas, motivos reales, con nombres y apellidos y que, para nuestra desgracia, necesitan publicarse en Nature para que se los tomen en serio.

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