A Vuelapluma

Si Feijóo iba a aterrizar, no encontró pista

Feijóo.

Feijóo.

Alfons Garcia

Alfons Garcia

El aterrizaje de Alberto Núñez Feijóo, si realmente hubo intención de tal, no duró ni 24 horas. Recupera el vuelo hacia el enfrentamiento con el Gobierno y las posiciones duras sobre Cataluña. Ni amnistía ni indulto. En contra de todo, de nuevo; prietas las filas que en días hay que votar en Galicia.

Lo peor no es que vuelva a imperar la dinámica de bloques. Lo peor es la sociedad que se ha visto en estas horas: una política que no permite posiciones matizadas, donde no valen las frases largas, con subordinadas; un contexto político y mediático que prefiere los beneficios electorales, la derrota del otro, el aplastamiento del contrario, antes que lo que pueda ser mejor para el futuro del país, de todos.

Si el desliz (llamémoslo así) permitía, aunque fuera por error, abrir una puerta de entendimiento, ha quedado claro que no hay intención, ni en el PP auténtico, ni en el PSOE, ni en los famosos entornos (económicos y mediáticos), de explorar esa rendija de luz.

Los hechos y el envoltorio, según se ha ido sabiendo, son estos: campaña gallega; Feijóo efervescente en la caravana electoral gallega, entre baños de popularidad y sensación de dominio del territorio; el ambiente propicia espacios de contacto directo con los y las periodistas que le siguen cada día; la dirección del PP convoca a una comida y una charla informal con ellos y ellas el pasado viernes; un momento de esos de bajar la guardia; Carles Puigdemont había escrito airado unas horas antes como respuesta a la última decisión contra Junts que «todo se sabrá», sobre lo negociado con el PP; preguntan a los dirigentes del PP, insisten a «una alta fuente» (algunos medios le han puesto nombre, fácil de imaginar), le vuelven a insistir y en ese contexto dice que, si se dieran las condiciones, si hay arrepentimiento y compromiso de regreso al Estado de derecho, el indulto a Puigdemont y el ‘procés’ «es una posibilidad», y admite que la acusación de terrorismo para aquellos actos de 2017 es difícil que algún juez la pueda probar.

Los informadores saben que tienen una bomba y deciden pactar: embargar la noticia y darla los 16 a la misma hora, la noche del sábado, pensando en la información del domingo.

Lo demás ya se ha visto. Decenas de análisis e interpretaciones: una torpeza digna de un principiante; una utilización perversa y tergiversada, con el sello de Moncloa, de una declaración en un ambiente desenfadado; una voladura controlada de Feijóo porque Junts tiene material escrito y audiovisual comprometedor; un cambio premeditado de estrategia del líder con mensaje interno a sus ‘barones’ porque necesita entenderse en algún momento con soberanistas catalanes y vascos; una jugada de riesgo para captar todo el protagonismo sobre él y el PP cuando la campaña gallega iba de capa caída… Por decir algunos.

Lo peor es que se ha hablado de manipulaciones y mentiras descubiertas, según la parte, pero no se ha dicho casi nada de si una posición como la planteada, aún a modo de desliz (llamémoslo así), podría mejorar la salud política de este país. La España de bloques ha vuelto a ganar a la cordura. Feijóo ha podido comprobar, si tenía alguna duda, que por ese camino Díaz Ayuso y una parte de su partido se lo meriendan cualquier tarde, que la derecha mediática no le pone pista al aterrizaje y que Pedro Sánchez no va a abrirle los brazos para empezar una etapa nueva y conciliadora.

Está claro que el momento, en plena campaña gallega, no es el mejor para virajes de calado, que ha generado estupor entre los cuadros medios del PP (también los valencianos) y que habrá que ver qué consecuencias conlleva en función de lo que digan las urnas el domingo. Pero lo más importante ya no es si Feijóo quería aterrizar o se equivocó, sino que ha quedado claro que abajo no hay pista, que la España del reencuentro y los consensos no está a la vista, madura. Nos quedamos en las trincheras.

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