Opinión

Categoría de máxima figura

La presencia de Andrés Roca Rey en la Feria de Fallas supone un revulsivo para València y su apuesta se identifica con las figuras de otro tiempo

Andrés Roca Rey durante un quite por tafalleras en unas Fallas.

Andrés Roca Rey durante un quite por tafalleras en unas Fallas. / Germán Caballero

Andrés Roca Rey es el nombre propio de la Feria de Fallas. Y, con el paso de los años, su identificación con las grandes figuras de otro tiempo se ha producido de un modo más coherente, más ponderado, al margen de falsos epígonos y a pesar de las contraofensivas de una parte de la afición. Los datos, las estadísticas (si es que alguna vez importaron en el toreo) convierten al joven diestro peruano en un objeto de fantasía torera para la afición taurina de València.

Todo lo que Roca Rey ha creado alrededor de su tauromaquia en plaza de la calle Xàtiva desde aquel debut en las Fallas de 2016 constituye un fenómeno luminoso instalado en una poco menos que imborrable historia del coso hecho a imagen y semejanza del Coliseo Romano. Su concepto es, en sí mismo, un consecutivo tramo de experiencias, se depura hasta el vértice de la sublimación y casi se traslada ya a la esfera del mito.

Aquí, lo popular, lo colorista, se vincula a un mar de fondo culto, profundo, hondísimo. Como si creara una nueva escritura, un nuevo idioma, su toreo es una especie de estética vital adosada al dramatismo poético que desprende el misterio verdadero de una auténtica tarde de toros.

El fenómeno de su toreo

Pero, ¿por qué es importante la presencia de Andrés Roca Rey en una feria como la de València? Porque supone una celebración del más depurado arte de torear, de una cultura que se mantiene magistralmente viva porque nace en sus manos sin ningún condicionamiento temporal.

Su toreo es como el hallazgo de un molde estilístico nuevo que no obedece a más ley que la dictada por una abrumadora personalidad, singularmente potenciada por la pasión y el valor que le caracteriza. Así que esa capacidad para dotar a una tarde de toros de su más fascinante importancia (la que siempre tuvo y nunca debió perder), constituye sin duda un atributo fundamental e intransferible de Roca Rey.

Andrés Roca Rey sale por la puerta grande de la plaza de toros de València

Andrés Roca Rey sale por la puerta grande de la plaza de toros de València / EFE

Las conexiones históricas

Su apuesta en esta feria es como aquella que hizo Manolete en la Feria de Julio de 1942, cuando tuvo su consagración definitiva en València con tres tardes: cortó cuatro orejas y dos rabos el día 23; dos orejas, un rabo y dos patas al día siguiente; y el día 27 cortó tres orejas, un rabo y dos patas más. O aquellas seis novilladas consecutivas de Miguel Báez «Litri» y Julio Aparicio en 1950. Sin olvidar la única vez que la plaza se abonó en su totalidad tras torear seis tardes seguidas Juan Belmonte y Manuel Granero en 1921, un año después de la muerte de Joselito El Gallo en Talavera de la Reina.

Hay efemérides que quedan oscurecidas, desplazadas por otras de más acusada notoriedad. Quizá, estas Fallas serán recordadas como las de Andrés Roca Rey. Mucha suerte, torero.

Suscríbete para seguir leyendo