Opinión

El claqué del parisino

De sobra es sabido que Mbappé ha solicitado la protección de la marca del apellido además de su habitual gesto con los brazos cruzados cuando celebra sus goles y que la petición ha sido formalizada en la Oficina de la Propiedad Intelectual de la UE, con sede en Alicante. Lo que no ha trascendido es que Kylian estaría inclinado a integrarse en el entorno herculano.

Por amagos realizados a los más astutos cazadores del circuito internacional, el poderosísimo jugador francés ha dado muestras de no sentirse a gusto en el tablero actual. Pese a formar parte del círculo principesco de Qatar, las tensiones con el mismo han sido frecuentes y no parece que entre sus objetivos figure contribuir a los montajes realizados en aquellos contornos a los que se unió su gran mito Cristiano Ronaldo y a cuyo panal de rica miel han acudido otros tantos además de golfitas, tenistas y restauradores de alta gama. El emparedado al que debieron someterlo las huestes de Messi y Neymar finalizó en el tumulto que lo ha abocado al estatus de jugador libre. El Madrid está desencadenado. Pero algo alimenta la psique del parisino, que no termina de decidirse con lo fácil que lo tendría. Es verdad que allí coincidiría con Vinicius por un lado y con Carvajal en el otro que, extremos, son. Y encima el hombre con el que él pensaba para sentirse protegido, alguien que ha mostrado sensatez como Kroos, acaba de advertir, lleno de furia, que «Dios lo ve todo y probablemente lesionó al árbitro». Y con Alá sin quitar ojo.

Mbappé quiere darle un puntapié a la Superliga, a la invasión del petrodólar y convertirse en el embajador de un nuevo paradigma, alejado de los viles intereses que manejan el cotarro. Para eso qué mejor que hacerlo desde la ciudad más soleada de Europa. No piensa en equipo, él quiere ser Hércules, completar la leyenda de este como héroe del avance mediterráneo para lo que ya estará viendo en la euroagencia los pasos a dar y hacerse así con los atributos del hijo de Júpiter. Si no ahora, a los 80 que aún estará que la rompe.

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