Opinión
Continuará
Lo hemos visto numerosas veces en el cine: el actor o la actriz, finalizada su actuación, se refugia en el camerino y se quita el maquillaje frente a un espejo profusamente iluminado. Lo hace con un paño humedecido con algún producto detergente. Suele llevar a cabo este ejercicio sin prisas, como si se desprendiera de una identidad (la del personaje al que ha dado vida) para recuperar la anterior. En ocasiones, se nos muestran con media cara limpia, como si estuvieran con un pie allá y otro acá. Siempre turba ver el rostro de un intérprete en ese estado (no digamos el de un payaso). Lo cierto es que debajo de los afeites uno espera encontrar su verdadero yo. Por eso también, en la lentitud con la que se suele llevar a cabo la limpieza, se advierte una trama de misterio.
¿Lograrán el actor o la actriz encontrarse a sí mismos?
A veces, no. Sabemos que hay comediantes que se quedan colgados del papel que representan. Se trata de una patología de la que el cine y el teatro nos ha proporcionado muestras interesantes (véase Birdman, la película de Alejandro González Iñárritu, por poner un ejemplo). Por más que se arranquen el maquillaje como si se quitaran una piel, continúan fieles a la ficción de la que acaban de salir o, más bien, de la que no logran escapar. La identidad, incluso la que tomamos como propia, es una construcción, una arquitectura de enorme complejidad, aunque también muy frágil. Hay gente que renuncia momentáneamente a sus principios (parte fundamental del yo) y cuando intentan recuperarlos no logran dar con ellos: no recuerdan dónde los aparcaron.
En la foto manipulada de Kate Middleton e hijos advertimos algo de este drama identitario. La maquillaron para intentar ser, quizá provisionalmente, quienes no eran y nos han hecho un lío a los espectadores. La monarquía británica comienza a parecer una comedia de enredo: demasiada gente entrando y saliendo con disfraces inverosímiles. Ya no estamos seguros de cuándo se caracterizan ni de cuando se quitan los cosméticos. Ellos, tampoco. A veces, salir de la anestesia de una operación quirúrgica es más difícil que escapar de un personaje.
Continuará.
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