Opinión | reflexiones

La 'necesidad' de la Semana Santa

A medida que van pasando los años caigo más en la cuenta de la magia que se esconde detrás de la relectura de obras que me han marcado. Como persona creyente experimento que la lectura del evangelio es un viaje de ida y vuelta a través de la oración, la meditación y el silencio. Todos los días me dicen algo nuevo, señalándome una arista de la vida que había pasado desapercebida. En los últimos años hay un libro que suele acompañarme; es el hilo conductor de la asignatura de filosofía que imparto en 1ºbachillerato, Castellio contra Calvino de Stefan Zweig. El escritor austriaco describe de una forma excepcional cómo un desconocido como Castellio se enfrentó, a solas, a uno de los hombres más poderosos de la Europa del siglo XVI, Calvino, artífice de la primera quema de un hereje por parte de la Iglesia protestante, el oscense Miguel Servet. Ante tamaña tropelía, Castellio será uno de los pioneros, por no decir el primero, en escribir un manifiesto a favor de la tolerancia en Europa y en medio mundo. Ataca al asesino y al dictador desde la figura de Cristo: «Cuando viniste a la tierra, no había nada más apacible, nada más bondadoso que Tú, ninguno que soportara las ofensas más indulgentemente. Insultado, escupido, burlado, coronado con espinas, crucificado entre ladrones, en medio de la más profunda desesperación rogaste por aquellos que infligieron todos aquellos agravios e injurias». Seis siglos después estas palabras retumban en nuestras conciencias porque todavía existen calvinos que atentan contra la dignidad de los más indefensos, condenándoles de por vida, sin posibilidad de retorno. Hoy nuestro mundo está necesitado de las palabras, actitudes y virtudes de Jesús el Nazareno. Un poco de misericordia, de perdón, de escucha, de acompañamiento y, por ende, de amor incondicional deberían plasmarse y reconocerse ante tanta indiferencia y vileza.

Zweig conmina al lector a que se posicione ante un mundo en el que las armas resuenan por encima de las palabras y la guerra suele determinar las primeras y las últimas decisiones. No sólo nos referimos a los conflictos de naturaleza bélica, sino a esas batallas intestinas que últimamente llenan los medios que se vierten en los parlamentos de medio mundo. En España sabemos muy bien el papel que juegan los mercenarios de la política que son alzados con honores y retornos indignos y vergonzantes. Ante la crisis que vivimos, deberíamos adoptar el principio que Zweig toma de Castellio y que debería marcar la posteridad: «Jamás lo necesario se ha dicho demasiado a menudo, y la verdad, jamás en vano. Aun cuando no venza, la palabra demuestra su eterna actualidad, y quien la sirve en su semejante momento ha dado pruebas, por su parte, de que ningún terror tiene poder sobre un espíritu libre y de que incluso en el más inhumano de los siglos hay espacio para la compasión».

La necesidad de la Semana Santa está en que Jesús de Nazareth implica un modelo de libertad frente a los diferentes clavos y cruces que nos esclavizan a diario. Sus manos, sus palabras, sus gestos, sus enseñanzas, su coherencia, su humildad sólo se entienden desde una nueva forma de entender la humanidad y la persona humana. Por primera vez en la historia se rompen las ataduras de las lenguas, de las procedencias nacionales y sociales, de las condiciones ciudadanas que condenaban a personas y generaciones enteras por su color de piel o credo religioso. Cuánta necesidad de decir alto y claro lo que deshumaniza, lo que nos divide y separa. La pregunta clave de la Semana Santa y de la Pasión fue si era el Hijo de Dios. Su respuesta fue clara: Sí, lo soy. No se escondió, aun siendo consciente que, las consecuencias de dicha respuesta, sólo contenía un destino: la cruz. Hoy, más que nunca, necesitamos decir la verdad, asumir nuestras responsabilidades y las consecuencias de lo que hacemos. La Semana Santa, pues, no es sólo para creyentes y devotos, es para todos aquellos que anhelan, creen y luchan por una humanidad diferente. Esa es su necesidad, su radical universalidad que define los más intimo y profundo de lo que somos.