Opinión | Ágora

El emérito de Els Joglars

Una vez más se han atrevido con un tema tabú. Fieles a su trayectoria de una compañía de teatro siempre crítica con el poder, los catalanes de Els Joglars han puesto ahora en escena una parodia divertida, genial y demoledora sobre Juan Carlos I, sobre ese rey emérito autoexiliado en Dubai, salpicado por una multitud de escándalos tanto públicos como privados que lo persiguen desde hace años. No resulta, pues, de extrañar que hayan sido Els Joglars los encargados de romper esa suerte de autocensura que ha impedido hasta hace bien poco caricaturizar al que fuera jefe del Estado durante casi cuatro décadas. Bajo la batuta del brillante y polémico Albert Boadella y más tarde de Ramon Fontseré, el grupo Els Joglars puso en la picota sobre las tablas al general Franco, al molt honorable Pujol, al todopoderoso presidente González o también a venerados artistas como Salvador Dalí o Josep Pla. En definitiva, que nunca dejaron títere con cabeza. Por supuesto que pocas instituciones, desde la Iglesia a los jueces pasando por el periodismo o el deporte han escapado a esa mirada iconoclasta de la compañía. Desde que comenzaran sus andanzas allá por 1962 y tras unos años dedicados sólo a espectáculos de mimo, Els Joglars sufrieron represión y hasta condenas de cárcel en plena transición por su obra La torna, sobre las últimas ejecuciones con garrote vil del franquismo. Aclamados por el público y con incontables reconocimientos, Els Joglars nunca se instalaron en la comodidad ni en las fórmulas trilladas. Por eso representan ahora en Madrid El rey que fue, un montaje que iniciará después una larga gira por todo el país con un impresionante Ramon Fontseré en el papel del rey emérito.

Sin embargo, pocos artistas en España se han arriesgado a poner el cascabel al gato. Es decir, que se pueden contar con los dedos de una mano aquellos cineastas, escritores, actores o pintores que han utilizado su creatividad para reflejar la esperpéntica e increíble situación que atraviesa la monarquía borbónica. Entretanto, revistas y periódicos, radios, televisiones y redes sociales se vuelcan en narrar, minuto a minuto, las venturas y desventuras de los Royals británicos. A pesar de que parecía haberse roto al fin la conspiración de silencio que cubrió a Juan Carlos I y a su desestructurada familia, la opinión pública española está más interesada en las enfermedades de los Windsor que en un rey emérito que tiene, por ejemplo, prohibido por su hijo residir en la Zarzuela. Quizá buena parte de nuestra sociedad sigue los pasos de la mayoría de sus gobernantes que prefieren practicar la política del avestruz en relación con la monarquía. Ni siquiera hoy sabemos quién financia los gastos de Juan Carlos I en Abu Dabi en una mansión de 11 millones de euros o sus viajes y sus estancias en Ginebra o en Sanxenxo, sin ir más lejos. Así las cosas, no deja de ser curioso que esos millones de espectadores españoles que han devorado las tres temporadas de The Crown no estén pidiendo a gritos una serie sobre los Borbones de hoy. Sin duda resultaría cercana, ilustrativa e interesante. ¿Algún productor se anima? ¿O la autocensura pervive?