Opinión
La Poefesta
En Oliva se ha generado a lo largo de los siglos un microclima poético sin comparación en España
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Un momento del Poefesta celebrada en Oliva / Levante-EMV
La utilidad de la poesía creo que es de naturaleza exclusivamente privada: la intimidad que se crea, durante la ejecución de la lectura, entre el poeta y su interlocutor, que puede alcanzar la emoción estética si la experiencia lo merece. Se trata de una conversación-muchas veces por encima del espacio y del tiempo- en que dos conciencias se hablan al oído.
La supuesta importancia pública de la poesía es una extensión de su importancia privada: la suma y comunión de experiencias individuales. Cualquier multitud, en asuntos literarios, es una acumulación de casos particulares: lo que cada cual hace, de puertas para adentro de su espíritu, con la literatura.
El pasado viernes 12 de abril se celebró en Oliva, la tierra de Francisco Brines, el festival poético Poefesta. En Oliva se ha generado a lo largo de los siglos un microclima poético sin comparación en España, debido a la conjunción alquímica del aire del mar, del viejo cultivo de las uvas pasas, del arroz y del influjo de su patrona, Nuestra Señora del Rebollet (con más nombre de seta comestible que de Virgen, dicho sea con toda mi devoción). Ese microclima ha hecho posibles, entre otras, las obras de Mayans y Brines, las de Enric Sòria y Joan Navarro, las de Àngels Gregori y Josep Lluis Roig.
La Poefesta es un milagro de esa utilidad privada de la poesía disfrutada en público: cerca de mil personas, en un pueblo de menos de veintiséis mil habitantes, se reúnen para escuchar poemas recitados por sus autores en las distintas lenguas de España. En esta edición leímos Jaume Pérez Montaner, Yolanda Castaño, Miren Agur Meave, Manuel Forcano, Berta Piñán y un servidor. El milagro, claro está, lo protagoniza el público, que año tras año hace de este día un acontecimiento civil y a la vez íntimo, una ceremonia esencial y también política (entendida en el sentido juanramoniano del término: política poética).
Rendimos homenaje a la figura de Vicent Andrés Estellés, un clásico contemporáneo rotundo, vitalista, transparente, un inolvidable cantor de la existencia.
No sé quién asesora a los iletrados representantes de las instituciones valencianas, pero todos han dado muestras de un incomprensible sectarismo cateto, al no sumarse a las celebraciones del Año Estellés. Sólo la ignorancia absoluta puede explicar este desatino cultural y político.
Sin embargo, sí estuvieron a la altura las instituciones del Estado, porque el Ministerio de Cultura tuvo la brillante representación de María José Gálvez, Directora General del Libro; y el Gobierno contó con su Delegada, Pilar Bernabé. También el Ayuntamiento de Oliva estuvo representado por su alcaldesa, Yolanda Pastor.
Larga vida a la Poefesta. Larga vida al idilio de Oliva con la poesía. Y larga vida a Àngels Gregori, hada madrina pensante del festival.
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