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Infantil

Está saliendo con El País una colección de literatura infantil compuesta por obras de relevantes escritores. Aún siendo correctas parece que las ilustraciones no están a la altura, lo que tampoco es fácil. De todos modos si yo tuviera un niño pequeño no dudaría en comprar toda la colección.

Solo pienso comprarme los libros de Vargas Llosa, Javier Marías y Enrique Vila-Matas, o sea los grandes (si exceptuamos a Almudena, que por genealogía también entraría en este apartado).

No será esta la primera vez ni puede que la última que salgo con la cantinela de que la literatura infantil no existe, y si lo hace es muy mala. No existe porque cualquier literatura destinada a la grey infantil, si es buena literatura, es tan adecuada para niños como para adultos. Los clásicos de la cosa infantil: Andersen, los Grimm, la Alicia de Carroll, el Gulliver de Swift (que por cierto para quien no es, es para los niños), pueden servir tanto para un roto como para un descosido, tanto para un adulto como para un tierno infante.

No hay literatura infantil y si la hubiere, que me temo que sí, no habría más que echar un vistazo para ver lo mala que es. A lo mejor mi apreciación es muy personal y no es la visión correcta, pero por mi experiencia no puedo afirmar otra cosa. Actuando como ilustrador (cosa que tampoco soy) solo me he topado en esta vida con ladrillos.

Solo he tenido oportunidad de ilustrar dos buenos libros en mi vida, por este orden: el Llibre d'Alzira de Andrés Estellés y Vidas de Artrópodos de Carlos Pérez. Un gran poeta y un divertidísimo escritor cuyos versos y líneas fue un placer trasladar a dibujos. Ah, y no sería justo olvidar una edición de bolsillo de El diable de la botella de Stevenson, o sea, tres. Exceptuando estos tres, el resto de cosas (muy bien dicho: cosas) que me ha tocado ilustrar ha sido siempre basura, escritos para tarados, no para niños. Y eso se nota en el resultado final. No hay feeling, no hay inspiración, no puede haber entusiasmo.

Y como no hay nada de todo esto, porque el texto es infame, pues luego sale lo que sale. Un profesional aún puede salvar los muebles, pero yo no soy ningún profesional y me lo tengo que creer. Y la mayoría de las veces no me lo creo.

Me pasé unos años (¡años!) dudando entre lo gráfico y lo «artístico», hasta que alguien que tenía entonces cierta ascendencia sobre mí dijo: «no elijas tú, deja que el medio te elija a ti». No hice mucho caso, pero sin darme cuenta así fue. El arte me proporcionaba más satisfacciones que lo gráfico, en especial la ilustración. En la pintura y las otras cositas el argumento es mío, y no es ninguna mamarrachada.

Y luego cuando a un texto espantoso y unas ilustraciones deficientes se le suma una edición en ese asqueroso papel gris reciclado, bueno, eso ya es lo peor.

_________________www.joanverdu.es

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