Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pintura

Efímera existencia

Y como en el juego de la representación hay lecturas a la enésima€ aquí se ve al pintor con diligencia, que al paso trasluce, veloz por el fantasma de la esperanza, en esa noche tan negra como el mar.

Chema López, al paso de Peace in the Walley (El fantasma de la esperanza). javier gayet

Chema López. Un cuento de fantasmas para adultos

La Nau Centre Cultural. Sala Martínez Guerricabeitia. Hasta el 7 de septiembre

Comiencen la exposición disfrutándola simplemente. Observen la seguridad del trazo, su habilidad técnica y cómo juega con los objetos, difuminándolos para eventualmente darles mayor relevancia todavía, y si no deténganse a disfrutar de esas manos surcadas de venas de la fotógrafa Ada, o la mosca „nos encanta„, interrumpan su paso para escuchar la calma que precede a la tempestad que se avecina, disfruten de la belleza del gris, esa tonalidad que sin ser del todo negra y cuanto apenas blanca en manos de Chema López posee una fuerza indiscutible, porque a lo que parece, el artista ha llegado a la conclusión de que el gris es el color que mejor define al ser humano: hasta las personas más viles y abyectas, más oscuras de alma, siempre tienen una zona clara, un alguien „un amigo, un nieto, su madre„ que los define como buenas personas, y seguramente sea verdad y al final todos nos situamos en el gris.

Después viene la segunda parte, aquella en que se quiere entender la exposición, y ahí entramos en simas profundas. Porque López es un artista que tiende a volcar en sus obras sus vivencias, lecturas, pensadores, archivos fotográficos, filosofía, historias familiares, acontecimientos históricos, guiños artísticos, manipulaciones políticas, y la transmisión de información es de tal magnitud y profundidad que nos vemos un tanto desbordados.

Conforme damos una segunda vuelta nos inclinamos a teorizar que los fantasmas que menciona el título genérico son los ausentes, aquellos que nos dejaron y que algunos creemos que mientras haya recuerdos, mientras alguien pueda evocarlos, todavía permanecen entre nosotros. Por eso es posible esa segunda figura „tercera si tenemos en cuenta la potencia visual de la pintura de esa antigua cámara fotográfica en primer término„ agazapada, desenfocada, fantasmal, entre la niebla del recuerdo que acompaña a la fotógrafa; o esos rostros, espectros anónimos en los años de plata y plomo, cuyos nombres han sido borrados, tachados en un vano intento de hacerlos desaparecer. La presencia de los ausentes es todavía más fuerte cuando se desaparece joven, porque es entonces cuando se le mitifica y sus familiares hablan de él en términos elogiosos, cuando a lo mejor pintaba maneras de crápula. Esta es la parte más colorista „aquí Chema López abandona por un momento la dicotomía blanco negro„ e intimista de la muestra, los Santos de Alcoba, y la que más tiempo ha debido de llevarle a su autor: grabar y reunir a sus familiares y objetos personales para recuperar parte de su historia, explicar la razón del retrato de un dictador en la habitación y que nadie se atrevió jamás a descolgar, o cuando se relata el origen del nombre del artista o la música que escuchaban sus mayores. Ausencias en definitiva y, sobre todo, cómo nuestra realidad es producto de la ficción cuando se trata de reconstruir el pasado ¿O es al revés?

No me negarán que resulta francamente divertido y curioso que Chema López haya evocado a dos figuras de la Restauración, el dictador Primo de Rivera y Alfonso XIII, en estos tiempos de abdicaciones y coronaciones de reyes, alusiones a la república y nuevos retratos reales en los despachos oficiales. Ni que se lo hubieran contado.

El ensayista y semiólogo Roland Barthes se preguntaba en El placer del texto cuál podía ser el placer de la lectura, para acabar concluyendo que dicho placer no puede enunciarse ni explicitarse. Por mucho que alguien quiera explicarles la exposición ustedes simplemente recréense. Todo lo demás vendrá después.

Compartir el artículo

stats