Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La seducción de la belleza

La nueva novela del autor que enamora a millones de lectores y ganó el Premio Renaudot con Charlotte

La seducción de la belleza

David Foenkinos (París, 1974) en su nueva novela Hacia la belleza, nos permite tanto imaginar a Antoine, su protagonista saboreando un café au lait a orillas del Ródano o el Saona en los confines de Lyon, como entender su deseo de estar, en ese momento, en otro lugar. Y ese otro lugar no será para él más que el París con sabor a cerveza tostada o a té rojo de atardecer a orillas del Sena, ese rio que sigue añorando la belleza vieja y coqueta de la excapital cultural del mundo.

Foenkinos nos seduce en pequeñas dosis pese a que sea capaz de crear fuertes alarmas literarias como la causada en 2014 por su novela Charlotte (premios Renaudot y Goncourt des Lycéens), una especie de biografía novelada acerca de la casi inexistente pintora judía Charlotte Salomón, olvidada víctima del holocausto o, de conectar bien con el actual cine francés como se aprecia en la reciente y deliciosa adaptación de otra de sus novelas, La biblioteca de los libros rechazados, en la que consigue atraparnos en un microclima de intrigas y pequeñas pasiones, a costa de un tenaz crítico literario y la audacia de una joven editora en torno a la autoría de una novela de éxito€ y con preguntas por resolver: ¿ pudo un panadero ágrafo escribir aquella obra? Y si no fue él, ¿quién lo hizo?

Antoine Duris es un profesor de arte en la universidad de Lyon, especializado en Modigliani y los impresionistas. Un día, desconcertado por el abandono de hogar de Louise, su esposa, renuncia al ejercicio de su cátedra y decide presentarse para cubrir una vacante de «vigilante de sala» en el Museo d'Orsay de París, el nuevo museo de los Impresionistas, levantado a partir de 1977 sobre las ruinas de la estación de ferrocarril inaugurada en 1900. Una decisión, la del profesor, tan imprevista como aparentemente absurda. No revelaré las circunstancias para esta insólita conducta pero si señalaré lo complicado de este asunto y la cantidad de avatares que desencadena.

Los capítulos son cortos, el ritmo pretende la pausa pero a veces acelera el pulso del lector. Pronto aparecen las mujeres, verdadera clave de unas vidas que nos dejan de ser ajenas para parecernos familiares: Mathilde, Sabine y Louise, que llenan junto a los soliloquios del protagonista las dos primeras partes del libro. Prosa, tersa, suelta, a veces, demasiado fácil y sin embargo, siempre inteligente.

En la tercera parte, a la que accedemos sin transición visible, se produce, no obstante, un corte, un cambio de ritmo y pulso. La novela parece que va a menos, que se hace más evanescente con la aparición de nuevos personajes que no acaban de encajar hasta que, van tomando cuerpo y toda ella gana en intensidad y profundidad psicológica. El personaje más complejo es el de Yván, otro profesor que accede a impartir clases en su domicilio a una joven estudiante aspirante a pintora. Y ahí todo se complica. Mujeres de nuevo. Una madre, Isabelle y su hija (poco más que una adolescente) Camille, la aprendiz de pintora con portentosas cualidades que, sin pretenderlo, lo cambiará todo€

Hay frases que quedan para el recuerdo durante la lectura de este libro, camino que les invito a recorrer. Frases como estas: «El quería (€) escapar a la dictadura del sentimiento». O, «el sexo había destruido todo aquello que antes los unía». También conectamos con el autorretrato literario de un profesor que quiso ser artista y entiende, de golpe, sin asimilarlo, que se ha transformado — en esa transición de la madurez a la senectud— en un monstruo€ Y el estallido del sexo que lo revienta todo, la irrupción de la pasión imprevista y de la violación y, con ellas, la eclosión cuando no subversión de valores y certidumbres.

No será mucho después cuando se produzca la reaparición de Antoine Duris y descubrimos su función de puente tendido hacía la belleza; «una belleza que alivia» escribirá Foenkinos.

Dentro de su sobriedad el autor despliega unas breves, cuarta parte y epílogo que nos recuerdan la exposición de conclusiones y sugerencias ofrecidas a lo largo de un texto que nos sumerge en los procesos de humanización y deshumanización que atraviesan las vidas de sus personajes.

Una lectura que pasa de la delicia a la amargura con la misma facilidad con la que la noche se impone al día.

Compartir el artículo

stats