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Sucumbir a un estado alterado

Sucumbir a un estado alterado

Hay obras que parecen no llevar a ninguna parte: buscan un impacto visual que actúa a otros niveles, casi subconscientes. Eraserhead, de David Lynch, conseguía que al salir de la sala una perturbadora inquietud nos acompañara durante días. Las imágenes venían a la memoria como flashes que nos dejaban congelados momentáneamente. La persistencia constante de las fotografías de Witkin, la pesadilla inducida de las pinturas de Bacon, los universos ocultos de los cómics de Charles Burns o los extraños mecanismos relacionales que Un viaje alucinante al fondo de la mente, la lisérgica película de Ken Russell, producía como efecto secundario retardado. Ejemplos de historias que no siguen los canales habituales, que buscan una relación silente con el lector más allá de lo racional. En esa liga juega En otro lugar, un poco más tarde, de David Sánchez (Astiberri), una obra cuyo título podría referir tanto su conexión con la anterior creación del autor, Un millón de años (Astiberri), como ese particular efecto postergado que produce su lectura. No me pidan que intente hacer una sinopsis de la obra, no existe: es un viaje místico, una transmigración, una experiencia chamánica con peyote€ Quizás una iluminación o una posesión infernal. Son imágenes que hablan de misterios de la creación, de ignotos dioses, de secretos esotéricos escritos en el ADN de unas creaciones rebeldes. O, simplemente, perversas creaciones que se agarran con fuerza a nuestras retinas para obligarnos a ver dimensiones desconocidas. Da igual lo que sea, no lo lean, experiméntenlo. Y cuidado: sus imágenes volverán continuamente, como fantasmas impresos ya en nuestro cerebro.

El universo particular de la navarra Andrea Ganuza es muy alejado del David Sánchez, pero comparte con él una marcada personalidad que lo hace perfectamente reconocible. Tras un paso por el fanzine y la autoedición que ha dejado sugerentes muestras de su fuerza autoral y de una inquietud personal por el proceso creativo, da el paso de debutar en una editorial. La elegida es Ediciones Valientes, un proyecto editorial de Martín López Lam que apuesta por el riesgo formal (y comercial) con obras que ponen en jaque la propia esencia del cómic, como las indispensables El título no corresponde, del propio López Lam o Playground, de Berliac, por solo citar un par. Sucumbir, la nueva obra de Ganuza, engarza a la perfección con las reflexiones planteadas tanto por las obras citadas como por creaciones anteriores de la autora, como Todo se derrumba.

La obra se plantea en su inicio como una reflexión honesta y atractiva sobre el poder del dibujo como conexión entre los creadores y su entorno, que construye un sistema de traducción de la realidad al universo propio autoral, a su propio lenguaje. Pero poco a poco, las constantes de la obra de la autora comenzarán a aparecer, como la inquietud por el cuerpo, que en este caso se hará presente a través de las manos de la dibujante. Casi con vida propia, adquirirán lentamente protagonismo, hibridándose con el mundo onírico de la autora, para independizarse y establecer una mirada íntima que resulta demoledora en su sinceridad.

Y permítanme despedirme con la recomendación de una debilidad: Dentro de los yokais, de Shigeru Mizuki (Astiberri). El maestro del manga, creador de la siempre recomendable Kitaro, aborda una fascinante enciclopedia taxonómica de los fantasmas japoneses, todo un tratado de biología fantasmagórica que complementa a la perfección su Enciclopedia Yokai (Satori Ediciones).

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