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Un, dos, tres: Robot inglés

McEwan explora la ciencia ficción: ¿puede una máquina juzgar la moral de las decisiones de un ser humano?

Un, dos, tres: Robot inglés

Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948) está considerado como uno los novelistas más brillantes de su generación. Acaparador de premios, una depurada técnica narrativa y una imaginación sin limites le garantizan un público devoto. Buena muestra de lo dicho son, entre otras: El placer del viajero (1981), El inocente (1990), Los perros negros (1992), Ámsterdam (1998), Expiación (2001) o La ley del menor (2014). En Cáscara de nuez (2017), se adentró en lo detectivesco trasladando el yo narrativo a un feto. ¿Una pirueta técnica anunciadora de un giro temático?

Acentuar la pirueta le llevará a patrullar las inquietantes regiones de la ciencia ficción en su vertiente robótica (un recuerdo para el gran Isaac Assimov y sus tres leyes fundamentales de la robótica, tan justas como polémicas). Un desafío en tiempos de globalización y avance de la inteligencia artificial. Máquinas como yo y gente como vosotros nos sumerge en una distopía en la que lo malo puede resultar extremadamente atractivo y deseable. Nos encontramos en el Londres ochentero del siglo XX. Todo parece normal pero no lo es. El Reino Unido ha perdido la Guerra de las Malvinas y Alan Turing un científico muerto en los años cincuenta, atormentado por su homosexualidad, vive plenamente dedicado a la investigación sobre Inteligencia Artificial.

Turing ha logrado inventar una primera generación de seres sintéticos, de robots que pueden ser tomados por humanos a los que llama Adán y Eva. Charlie, el joven protagonista de la narración, es un inversor que trabaja, sin moverse de casa, con su ordenador personal para obtener sus ganancias comprando y vendiendo acciones que mueve en Bolsa en forma de paquetes. Liberado de la esclavitud de la oficina, tiene que afrontar su soledad. Compra un Adán (pretendía una Eva pero no hay disponibles) para que se ocupe de las tareas domésticas y a la vez le proporcione cierta compañía. Siente hacía el robot un doble sentimiento de repulsión y atracción.

Charlie está enamorado de Miranda, joven y brillante estudiante que habita dos pisos más arriba, a la que propone una relación que muy pronto, al superar Miranda todas las expectativas, se transformará en idilio. En pocos días la pareja entrará en crisis debido a la activa presencia del robot, que se introduce como una cuña entre sus vidas. No era esto lo esperado por Charlie acerca del Adán que «sería como nuestro hijo». Apreciación equivocada, pues el triangulo erótico-sexual establecido distará de parecerse a una familia. Miranda manifestó, al principio, repugnancia hacia Adán. «Era escalofriante [dijo] que su cuerpo estuviera caliente» y porque era, «un tanto extraño que formará palabras con la lengua».

Pero, lo cierto es que «Adán tenía un arsenal de palabras tan grande como el de Shakespare» por lo que no tardó en hacer el amor con Miranda con una intensidad y aprovechamiento inusuales en su relación con Charlie€ Situación, insostenible, límite para la autoestima del joven broker.

La primera toma de contacto —una vez recargadas pilas y circuitos electrónicos— produjo en Charlie un shock inusitado. Verlo a Adán completamente desnudo y de espaldas, sujetando un cable con una mano y con la otra acariciándose la barbilla como un pensador le llevó a considerarlo como «un algoritmo sagaz, sin duda, pero enteramente convincente en su figuración de un ser reflexivo». Inquietante.

Charlie descubre que Adán dispone amén de un «sistema operativo» de una «naturaleza humana» otorgadas por el fabricante pero que está falto de una «personalidad» que debe conformar Charlie introduciendo «aplicaciones» en el robot. Miranda le ayudará en ello. La infinita cantidad de variables por aplicar acrecienta los temores de Charlie (y la sensación de los lectores) acerca de la complejidad de la relación entre humanos y robots de aspecto humano. Adán es capaz de vencer al Go (juego oriental con movimientos superiores a los del ajedrez) a cualquier ser humano. Charlie irá descubriendo la relación entre el diseño de Adán y los más sofisticados ingenios tecnológicos.

Estamos ante una distopía, ante su faceta más destructiva, vista desde el prisma de una relación doméstica. Adán alterará el «perfecto» binomio Charlie-Miranda. El humanoide deslizará la sospecha de que Miranda no es de fiar, de que oculta un importante secreto que Charlie deberá descubrir€

Máquinas como yo€ es una novela reveladora del robot-promotor de acciones «humanas» y de su carga de contravalores morales. Una atractiva e irónica visión acerca de un futuro que ya es presente y un presente que deviene en futuro a cada instante ¿Cómo nos afecta todo esto?

Viene siendo ya frecuente leer o escuchar sobre la necesidad de «democratizar el acceso a la I.A.»; sobre el uso eficaz de la misma; sobre como conseguir que esta constelación de algoritmos se convierta en una apuesta liberadora (¿?) y un largo etc. Ian McEwan no solo nos introduce en esas relaciones, sino que nos advierte, en esta novela, acerca del peligro que entrañan.

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