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Plagas y otras cosas

El miedo a las epidemias siempre ha formado parte de la civilización occidental

Plagas y otras cosas

Resulta difícil no mirar estos días ese paquete recién llegado del famoso megaimperio chino de la venta barata por correo con preocupación. Incluso con cierta prevención conspiranoica, cómodamente asentada en la desinformación, las fake news, una pizquita de esa xenofobia basal y la ausencia absoluta de sentido común (y conocimiento científico). El miedo a las plagas forma parte de nuestra cultura, construida sobre terribles destrucciones asociadas a plagas bíblicas tan variadas como devastadoras.

Si quieren, pueden dejarse llevar de la mano del cómic a analizar esas plagas: para las víricas recomiendo la sugerente reflexión futura que plantea Jaume Pallardó en La Muerte Rosa (recopilada recientemente un pack por Ché Books), imaginando el resultado de un contagio global de una enfermedad letal en el escenario de una sociedad ya asentada en la ausencia del contacto físico, cortesía de las redes sociales. Curiosa mezcla entre la distopia de una libertad perdida y el control social que no deja indiferente, a la vista de las noticias que llegan todos los días por la prensa.

Si lo que buscan es ir a las tradiciones, a la plaga bíblica en regla y como los dioses mandan, les recomiendo Devastación, de Julia Gfrörer (Alpha Decay Cómic), un cómic situado en los estragos de la peste negra en la Edad Media, cuyo relato transforma la inevitabilidad de una muerte espantosa y un entorno de putrefacción y hedor en extraños e inesperados recursos de un lirismo hipnótico, que lucha por el amor y la vida en las condiciones más terribles y difíciles. Brillante en ese trazo de evocación del grabado, pero más todavía es ese regusto de dolor y esperanza que deja.

Quizás sean ustedes de otras plagas, de esas que no salían en los textos sagrados pero han acompañado a al humanidad desde sus inicios, sin necesidad de virus o microbios, de ratas o insectos, solo la psique del ser humano. Del Trastevere al Paraíso, de Felipe Hernández Cava y Antonia Santolaya (Reservoir Books) es una cruda reflexión sobre esa violencia terrorista que entra disfrazada de ideal romántico revolucionario, para contaminar y fagocitar cualquier ideología. Recorrido por el desencanto que Antonia Santolaya borda en su brillante planteamiento gráfico, en el que la luz lo es todo, apagándose poco a poco ante el horror, ante el absurdo de la muerte impuesta. Cava, el mejor guionista que ha dado nuestro cómic, nunca lo deja fácil: mete el dedo en el ojo y escarba, busca la contradicción y la deja expuesta, dejando que sea el lector es que juzgue finalmente.

Y, ya puestos a hablar de plagas?¿son los cómics de superhéroes la peste bubónica contemporánea? Oigan, seguro que más de uno y una piensa que sí, que es una especie de masa descerebrada que, ataviada con la marca del demonio (a elegir entre Marvel o DC, o sus equivalentes Disney o Warner), devora toda la industria del entretenimiento, ya sea cómic, cine o videojuegos, para mayor felicidad de aficionados reconvertidos en acólitos de la nueva secta. Pero quizás, en la feliz ignorancia del reduccionismo, olvidamos que es un género creado por unos autores y autoras geniales, que alimentaron la industria a costa de su talento y el reconocimiento de su autoría. Hey, Kids! (Dolmen Editorial) es la vitriólica visión de Howard Chaykin de la historia de un medio que devoró a sus creadores, que los olvidó a conciencia, relegándolos. No hace falta mucha imaginación para ver en sus protagonistas a Jerry Siegel, Joe Shuster, Stan Lee o Jack Kirby, y Chaykin, fiel a su mirada irreverente y provocadora, plantea una ficción dolorosamente real que se extiende a lo largo de décadas. Autores que ignoraban que estaban creando una nueva cultura, una nueva forma de entender la industria, mientras firmaban contratos que los condenaban al olvido. Una reivindicación necesaria.

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