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Contra el bucle melancólico

Enric Juliana. rtve

Enric Juliana es el mejor periodista político de nuestro país y si no lo es, a mi me lo parece, no sólo por estar al tanto de las minucias y los tejemanejes palaciegos, sino por su capacidad de proyectar conflictos inmediatos en una vía de evolución: tendencias, tensiones y expectativas, la política es poco más.

El corazón titánico

Y sin embargo ese hombre con mejillas de buen comedor, aire de listo y sonrisa astuta ha dedicado todo un libro –Aquí no hemos venido a estudiar– a tratar de los pleitos familiares del comunismo (a menudo sangrantes), de la clásica colisión entre voluntad y fe, de un lado, y cálculo y método de la otra: a fin de cuentas se trata de realidades que viven tan ligadas como la luz y las sombras que quedan fuera.

Para escribir Aquí no hemos venido a estudiar Juliana ha esgrimido armas de novelista. El vasco Ramón Ormazábal y el catalán Manuel Moreno, frente a frente. Un espacio privilegiado (la cárcel de Burgos), un núcleo acotado de personajes, un suministro gradual de información y, por supuesto una reivindicación casi siempre implícita, no hace falta más, de la resistencia comunista al general Franco, la mejor organizada y la más seductora incluso para hijos de vencedores que, entre la mala conciencia y la reparación, acabaron en las filas del enemigo. También fueron los primeros en abandonarlas. El PCE fue nuestro corazón titánico: el peaje a pagar para amargarle la ancianidad al carnicero de El Ferrol.

Resistir es ganar

No sé si existe algo que podamos llamar cultura de la resistencia porque el concepto habría de incluir no solo a las familias más o menos revolucionarias sino a los conservadores o disidentes atrapados en un sistema totalitario o en una tiranía al uso.

En un país que estuvo más de 30 años sin reeditar La Regenta la continuidad cultural está más que amenazada, siempre lo está y los bárbaros de cualquier religión o de ninguna, acechan. Como demuestra el incendio reincidente de la biblioteca de Alejandría (uno de los temas del best seller de Irene Vallejo El infinito en un junco).

Lo que nos devuelven los dos libros citados es una galería de personajes protestones, valerosos y atractivos, algunos de los cuales merecen por si solos una novela. El doctor José Bartrina, valenciano, salvó la piel de muchos presos políticos hasta que enfermó en una celda de castigo de Burgos y no pudo salvar la suya. El caso puede provocar en el lector lágrimas legítimas.

¿Y si se pudiera?

Bueno, tampoco, dejaré que mi mano arda jurando que no hay una cultura de la resistencia. Quizás consista en las infinitas y variadas manifestaciones del coraje. Coraje en grados muy distintos: no se requiere el mismo valor para conseguir El Capital de Marx embutido en las tapas de un ejemplar de El Quijote que para desafiar la disciplina de un campo de exterminio y apoderarse de todos los trocitos de papel a tu alcance como hacia el traductor comunista Nico Rost con tal de trabajar en algo, organizar debates culturales y negarse a hablar de muerte, enfermedad y hundimiento. Fue uno de esos ejemplares indómitos de la especie que pisaron el barro durante años sin que una sola salpicadura les manchase. Débil, arruinado, que no vencido, fue finalmente liberado por las tropas aliadas. No es lo mismo escribir «Llamadme Ismael» y seguir así durante 900 páginas que escribir unas letrillas satíricas aunque ningún esfuerzo sea vano.

Burbuja de convivencia

La pandemia ha creado algunas expresiones curiosas, atrevidas y hasta precisas. Una de las más prometedoras es «burbuja de convivencia». Resulta que Juliana detecta una de esas burbujas en su pueblo –Badalona-, un pueblo que triplica su población tras la guerra, que acoge como un héroe, al que veneran los más jóvenes, a Manuel Moreno, que fue del PCE, antes de la CNT, que estuvo en la resistencia francesa y, antes, en la Guerra Civil y que finalmente fue detenido en València como enlace político de la guerrilla de Levante y Aragón. La historia de la conmutación de la pena capital que se le impuso merece un verdadero arrebato narrativo, con historia amorosa incluida que resplandece como una rosa blanca en los cines de mugre y pipas de los cuarenta.

Como el español es de pueblo, que decía Umbral, en cada municipio, clase profesional o cubil de conspiradores e ilustrados se forma una de esas burbujas que incluye, a veces, una obsequiosa madame de Staël y algún personaje de la antigua bohemia. Las figuraciones infinitas de la corte del Magnànim. Juliana también evoca la suya, claro. A fin de cuentas somos poca cosa sin el arropamiento de aquellos que nos reconocen y en los que nos sentimos reconocidos.

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