Resulta difícil definir un cómic como Bradley de él, de Connor Willumsen (Alpha Cómic, traducción de Jorge de Cascante y -espectacular- rotulación de Daniel Tudelilla Pérez). Su descripción literal sería algo así como «el actor Bradley Cooper prepara en Las Vegas su próxima película, donde encarnará al ciclista Lance Amstrong». Y no cabe duda que puede parecer exacta, pero es tan solo una capa de humo que esconde una mirada poliédrica en la que fondo y forma se combinan para generar una experiencia lisérgica sobre el mundo del cine y nuestra realidad. El actor protagonista, quien quiera que sea, muestra con una carrera infinita la extraña disolución entre realidad y ficción que se produce en la persona que encarna a otra. Pero, en paralelo, Willumsen lanza de forma incesante no pocas reflexiones sobre las bambalinas del mundo del cine: miserias, mafias, envidias y frustraciones desfilan por una pantalla extendida a una viñeta que pierde sus límites con una composición tan alambicada como clara para el lector, que percibe un movimiento continuo que parece no tener fin y que conecta paradójicamente con nuestra acelerada sociedad. El cine aparece de fondo como una inmensa referencia, de La soledad del corredor de fondo a Forrest Gump o Casino, a modo de escenario de la mordaz ironía de fondo que empapa cada diálogo como una picadura envenenada. Una de las novedades más interesantes y originales de este principio de año.
También sorprende por su forma Un fantasma (Astiberri), la nueva obra de Arnau Sanz. Ciencia ficción apocalíptica que se apoya en un planteamiento renovador desde el respeto a la deuda con Alberto Breccia y H.G. Oesterheld, lanzando también un mensaje de reescritura de los tropos del género para derrumbar el mito del héroe y del villano. El desastre no permite caminos campbellianos ni espacios para la redención, solo escape para la supervivencia, como demuestran los dos personajes de esta perturbadora obra.
Un apocalipsis que está también en el germen de Winter World (Aleta), un sólido relato de género perfectamente armado por Chuck Dixon y al que el arte del tristemente desaparecido Jorge Zaffino dota de una vida y dinámica propias. Historia canónica de supervivencia en un mundo helado que ya no recuerda la civilización y que, treinta años después de su primera edición, sigue manteniendo intacta la fuerza y el buen rato de lectura.
Aunque si lo que prefieren es la realidad más cercana, no lo duden y láncense a por Ethel y Ernest, de Raymond Briggs (Blackie Books, traducción de Regina López). La vida de los padres del autor es, en sus manos, un relato donde su inmensa capacidad evocadora destila emociones que empatizan instantáneamente con el lector. Que nadie espere un relato cursi y lacrimógeno, sino una celebración del amor en un marco tan complejo como el de la generación de británicos que sobrevivió a la guerra y tuvo que vivir en la postguerra. El sencillo dibujo del autor de la contundente Cuando el viento sopla o de la deliciosa El Muñeco de Nieve es pura magia que entrelaza las vidas de esta humilde pareja, mostrándonos cómo la historia pasa por encima de sueños, ilusiones y tristezas de aquellos y aquellas que nunca saldrán en los libros que la cuentan. Las lágrimas, aviso, llegarán, pero no por un drama impostado y exagerado, sino por la profunda conexión sentimental que se entabla entre el lector, Ethel y Ernest, que pasan a ser reflejo y parte también de nuestras vidas.
Y ya puestos a realidad circundante, no dejen pasar la edición integral de una obra de la que ya hemos hablado aquí: La muerte rosa, de Jaume Pallardó (Ediciones Contrabando), un apasionante relato de ciencia-ficción sobre pandemias que confinan a la población que, aparecido justo un año antes de la pandemia, resultó profundamente profético y acertado en sus predicciones.
