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Heberto de Sysmo

«Actos sucesivos» es el séptimo poemario del seudónimo de José Antonio Olmedo López-Amor, un libro que fue merecedor del III Certamen de Poesía Ateneo Mercantil.

Heberto de Sysmo

Heberto de Sysmo es - el lector lo habrá adivinado- el pseudónimo, la máscara o el disfraz bajo el que gusta ocultarse José Antonio Olmedo, que practica la técnica del difumino hasta con su edad y su lugar de nacimiento, pero que no duda en exhibir un curriculum poético y crítico muy amplio, si es que ello no es también otro disfraz. Esta capacidad suya de evasión y de declaración a la vez de numerosos datos es una especie de oxímoron menos lingüístico o poético que existencial, porque -como advierte Antonio Praena en su prólogo- «la persona gramatical más importante en poesía» -¿sólo en poesía? me pregunto- «es la persona que desconocemos», que no es otra que la que en el poema mismo se nos revela y se nos da. Una gran parte de la mejor poesía es precisamente la escrita por ese yo que sólo en la escritura o la lectura del poema somos, porque la voz que habla en el poema no es la del autor ni la del lector ni la de nadie sino la de la cuarta persona gramatical, que es la única poética. No sé si Heberto de Sysmo-José Antonio Olmedo escribe desde el primero o desde el segundo, pero sí que sus poemas son -como él aquí los llama- Actos sucesivos, como antes para mí fueron Actos de habla o para Praena Actos de amor. Poco importa saberlo, porque las cosas ocurren o no ocurren/ a intervalos de nada. Pero también generan textos como «Fanum», en los que encuentra ya una voz para decirse, que se define en «Poterna» y alcanza su plena dicción en «El crononauta», escrito una tarde aún no ocurrida.

Esta fantasmagoría del tiempo y del espacio, muy en la línea de Macedonio Fernández, implica a su vez una postura metafísica explícita en «Correlato objetivo» (Hablo a otro, aunque esté solo, a otro solo/sombrío que también pregunta a tientas/en el centro apagado del silencio) que se hace existencial en «Rodadura», en el que reconoce en el barro una morada antigua : un refugio/ donde esconderse bien hasta que pase/el periodo de prueba, que es la vida. Atraído por el vocablo raro y la palabra eufónica, el verso resonante y simétrico, y la estructura propia de la poesía gnómica, su poema «Salvedades» es el que tal vez objetiva mejor su pensamiento y posición poética: Dos compromisos firmes, tiene el poeta:/ uno, con la verdad; otro, con la armonía./La falta de cualquiera/trasluce su impostura. Heberto de Sysmo o José Antonio Olmedo o uno de los dos o ambos a la vez han escrito este libro por el que todavía no hay que juzgarlo, pero en el que se intuye la realidad de un poeta a punto de serlo, si es que no lo es ya. Sólo hay que esperar a que su cosmovisión se depure y su idea de la forma se realice, que el lenguaje sea su esclavo y no su dueño, y que llegue a ser el poeta que, acaso sin saberlo, ahora mismo es. Estudio, vivencia, rigor y tiempo no se improvisan: vienen solos, lo queramos o no. Vivir consiste en esperarlos como el poema, que siempre es un estar al acecho del sonido, del sentido, del don.

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