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Libertad para imaginar

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Nos han dicho, de siempre, que de mayores hay que ser serios. Que dejemos la fantasía para la lúdica infancia, que no hay tiempo cuando uno es adulto para las tonterías de los pequeños. Y nos lo creímos, sin ser conscientes de que, cerrando esas puertas, nos olvidábamos también el único espacio de libertad personal y privado que tiene el ser humano: su imaginación. Las puertitas del Sr. López es una magistral reivindicación de ese lugar íntimo donde la fantasía es sinónimo de libertad completa. Carlos Trillo y Horacio Altuna transforman cualquier puerta recóndita en la entrada a otros mundos en los que el pobre y apocado Sr. López pueda escapar de una vida que no le trata precisamente bien. Publicadas a partir de 1979 a modo de fábulas modernas, cada historia es una potente reflexión sobre la humanidad, sobre los individuos y la sociedad, que debe ser leída también en clave de denuncia contundente de los horrores que vivió Argentina bajo la dictadura. La exquisita edición de Astiberri permite recuperar el trazo vital y orgánico de Altuna en una calidad casi facsímil que hace justicia a esta obra imprescindible.

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Espacios que no solo deben perderse en la madurez, sino que deben explorarse para reivindicar y recuperar la libertad de la fantasía infantil. No se puede decir que Joann Sfar ande falto ni de libertad ni de imaginación: su mente es un caldero en ebullición del que han salido universos tan fértiles como los de los monstruos que acompañan al melancólico y enamoradizo vampiro Ferdinand. Un mundo en constante mutación que le sirve al francés para conectar madurez e infancia a través de las aventuras de un pequeño vampiro atrapado durante tres siglos en el cuerpo de un niño. Vampir podría verse como un metáfora de ese niño que nunca envejece, pero para Sfar es un personaje poliédrico muy alejado de Peter Pan: es la curiosidad por crecer y por descubrir, por ser mayor sin renunciar a jugar, por dejar que la ilusión fluya sin cortapisas. En Pequeño Vampir y Miguel (Fulgencio Pimentel, traducción de Paulino Lorenzo) la amistad del niño no muerto con el niño humano Miguel es una celebración de la convivencia entre el mundo fantástico y el real, que apela a la fantasía desbordada, a lo escatológico, a los monstruos imposibles, a los piratas y esqueletos; que se queja de los deberes y de las clases, y transforma en aventura cualquier momento. Pero también es reflexión, sobre esos lugares que dejamos atrás pero no deben ser olvidados. Sfar consigue una mirada fascinante: la de un adulto que se acerca a su niñez sin recurrir a la nostalgia, recuperando la magia de la imaginación sin perder el peso de la reflexión, logrando que su obra pueda ser leída por cualquiera entre 9 y 99 años. Los más pequeños disfrutarán viendo entrando en su mundo, los adultos no recordarán su infancia: volverán a ser niños y niñas.

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Pero, si no hay imaginación… ¿Se puede robar? El pacto, de Paco Sordo (Nuevo Nueve) es una propuesta sorprendente que parte del thriller para reflexionar sobre la creatividad, pero llevándolo al terreno de los tebeos de Bruguera de toda la vida. Un brillante juego de espejos en el que forma y fondo se confunden en un thriller con apariencia de documental ficcionado, con la figura de Vázquez como protagonista de una forma de entender la historieta y la vida. Sordo consigue bordar esta “metaexperiencia” que transforma en historieta del mítico DDT un relato con ecos de Stephen King, dejando en el fondo una amarga reflexión sobre la realidad social y laboral del tebeo en España durante décadas, pero también un agudo repaso a la dificultad de la página en blanco, a ese territorio inhóspito que solo el ensueño puede transitar.

Tres obras que piden libertad para la imaginación.

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