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Poética sencilla de resistencia

Ana Blandiana, la poeta más relevante de las letras rumanas contemporáneas, concibe la literatura como una forma de testimonio ante el terror de la historia.

Poética sencilla de resistencia

Conocida como activa resistente política contra la dictadura comunista de Ceausescu, Ana Blandiana (1942) -cuya obra sufrió prohibiciones varias veces: de 1959 a 1964, en 1985 y en 1988- presidió durante una década (1991 a 2001) la Alianza Cívica, que defendió la libertad de expresión y los derechos democráticos y que facilitó el ingreso de Rumanía en la Unión Europea. Poeta y narradora representa la conciencia moral de su país, y su obra poética se inscribe dentro de la lírica de la meditación que tanto interesó a Unamuno, Eliot y Cernuda, y que, estudiada por Louis L. Martz, atrajo la atención de nuestra generación del 50 y, de modo especial, la de José Ángel Valente. Para Ana Blandiana la poesía «nace del deseo de expresar lo inexpresable» y de definir lo indefinible, y por ello su espacio se sitúa entre el silencio y el pecado. Como los poetas metafísicos ingleses y, antes que ellos, los místicos españoles que tanto influyeron en ellos -sobre todo, en Donne- y como los marinistas italianos, que poetizaron lo cotidiano, convirtiendo todo lo pasajero y efímero en transcendente, la lírica amorosa de Ana Blandiana sigue las rutas de una conocida tradición que renueva e innova. Variaciones sobre un tema dado entronca con otro suyo - Octubre, noviembre, diciembre, publicado en Pre-Textos en 2017- con el que comparte una misma concepción del mundo, sin ser por ello una mera prolongación. Concebido mental -pero no formalmente- como una elegía en sentido clásico, Variaciones sobre un tema dado articula sobre un monólogo dramático con aspecto de mosaico o de puzle un conjunto de textos y composiciones muy diversas (poemas en prosa, sonetos, rondeles) unidas por un espíritu común: el sentimiento de la pérdida y el dolor por la muerte en 2016 de Romulus Rusan, su marido. Elegía, pues, más alemana que latina, que enlaza con símbolos de Rilke pero también con otros de la mitología griega, de la Biblia, de Dante, de Petrarca y de Eminescu, con los que Ana Blandiana configura -como explica la anglista Viorica Patea- una escritura metafísica, que tiene como protagonista el tema properciano y barroco del amor más allá de la muerte, así como el ovidiano de la separación de los amantes y del ser partido en dos. Poesía filosófica, en su tratamiento del tiempo («Los tiempos se suceden simultáneamenre,/las épocas acontecen a la vez») , y lírica, en sus visiones del amor, la de Ana Blandiana se mueve -como dicen sus versos- «entre el cuerpo y el espíritu, / entre el sentido y la palabra que lo esconde» e indaga en «el momento en que la carne de la palabra se desprende/ de los huesos blancos y secos/ del sentido» porque encuentra en el alma la encarnación más clara e intensa del amor. Para quien no ha muerto ni ha partido el presente se convierte «en un secuestro» y, como solución, intenta encontrar un «punto medio», representado por el resplandor que da el sufrimiento: preguntas retóricas sobre la naturaleza del amor, sensaciones como «una luminosa niebla en movimiento», «mensajes que no se pueden formular / secretas misivas de lo inefable» es lo único que encuentra en este deambular por el lenguaje de una soledad para dos de los que sólo queda vivo y en pie uno. Pero también iluminaciones como ésta sobre las hojas que «son más hermosas cuando caen», ya que «la muerte se enciende con ellas / como en la llama de una vela/ una catedral». Y es que «con la muerte empieza todo./Pero no sabemos qué», pues «la luz sobre la luz no se vislumbra». Como «tránsito entre dos eternidades» este libro es una imprecación y a la vez un diálogo, una cartografía y una salvación del naufragio vital del ser humano.

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