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Geopolítica de un Nobel

Del nuevo Premio Nobel en Literatura, Abdulrazak Gurnah, solo he le leído una novela, ‘En la orilla’, publicada por la desaparecida editorial Poliedro. Otras dos fueron editadas en castellano por el Aleph y están descatalogadas. Algo que dice mucho del heroico oficio de los editores independientes, que a veces tienen la intuición de descubrir, con escaso rédito, a un gran escritor del que otros se beneficiarán.

No es un demérito, pero posiblemente más que cualquier otro, el Premio Nobel de Literatura tiene algo de componenda geopolítica. En esta edición también ha sido así («las vidas negras importan») y la Academia Sueca ha destacado «su indagación inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes». Desde luego, ambas cuestiones están muy presentes en esta hermosa narración que es ‘En la orilla’. Una novela en la que resuenan entremezclados los vientos de ‘Simbad el Marino’ y los ecos de ‘Bartleby’, el inolvidable escribiente de Melville. Son muchas las orillas por las que transcurre las dos historias principales del relato. Ambas confluyen en Londres, tras haber navegado por las costas de la antigua Tanganika, Zanzíbar, Omar y hacer una incursión en la extinta República Democrática Alemana. En el trasfondo histórico no está pues sólo el colonialismo británico. También, el supremacismo de los omaníes en zonas de África, la Revolución de Zanzíbar de 1964, sus excesos y sus derivadas en los países del bloque comunista.

En cualquier caso, la concesión del Nobel a Gurnah no es un premio a la literatura africana que vaya a aumentar decisivamente el capital literario del continente negro en la llamada República mundial de las Letras. Gurnah que, como cuatro de los cinco nobeles africanos, ha escrito su obra en inglés, además ha hecho toda su carrera en Gran Bretaña y sus libros son poco conocidos en África. Por lo que, aunque sólo he leído una de sus novelas, me temo que el nuevo Nobel no ha resuelto el problema que planteaba el Premio Nobel surafricano J.M. Coetzee en ‘Elisabeth Costello’.

A diferencia de la novela inglesa, que está escrita por ingleses para ingleses, o la rusa por rusos para rusos, la novela africana, sostenía Coetzee, no está escrita por africanos para otros africanos, sino que sus autores miran hacia los extranjeros que los van a leer. De manera que tienen que representar su africanidad al mismo tiempo que escriben, como si un científico tuviera que desarrollar su investigación al mismo ritmo que la explica a un público ignorante. Así las cosas, habrá que esperar a que le den el Nobel a un escritor en suajili o en yoruba para que podamos aprender a interpretar ese nuevo mundo literario.

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