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De la felicidad (y su ausencia)

El mejor especialista de cómics del país comenta ‘Todavía estoy vivo’ (Reservoir Books), el cómic del que Roberto Saviano habla en la primera página de este ‘Posdata’. Y también de ‘Cómo ser feliz’ (Astiberri).

De la felicidad (y su ausencia)

Las obras de Eleanor Davis parten de historias sencillas que empatizan rápidamente con el lector. Ya sea desde un camino hecho en bici o desde un futuro cercano, sus cómics presentan realidades reconocibles en las que no es difícil identificarse, creando un escenario de diálogo con el lector que abre paso a reflexiones pausadas que no renuncian a la profundidad pese a su apariencia espontánea. Sin embargo, el camino que llevó a novelas gráficas tan notables como Tú, una bici y la carretera o El difícil mañana (ambas editadas por Astiberri) fue una senda de pequeños descubrimientos y ensayos que se recogen en Cómo ser feliz (Astiberri, traducción de Santiago García). Historias cortas publicadas a lo largo de muchos años en antologías tan prestigiosas como Mome o Nobrow que muestran una evolución en lo formal que acompaña una búsqueda definida de un discurso propio tan coherente como decidido y definido. Desde el superhéroe que intenta ayudar a todos al barquero que traslada monstruosas presencias, pasando por el músico enamorado de un personaje faérico, la pareja en crisis o el grupo que perseguía la comunión con la naturaleza, las historias cortas de Davis parecen transitar por ámbitos tan alejados como la ciencia-ficción, el terror gótico o el relato íntimo, pero su lectura conjunta descubre conexiones inesperadas en unos personajes que buscan desesperadamente ser felices o, por lo menos, creer en la ilusión de una felicidad cercana y tangible. El estilo de vivos colores y la composición barroca va dejando paso a un blanco y negro de línea estilizada y sencilla, en una evolución que destila la esencia de la historia de forma pareja a la simplificación del trazo, enfocándose en transmitir cada vez con mayor eficacia esos sentimientos y sensaciones que los personajes viven, consiguiendo que esa búsqueda sea también un reflejo de la nuestra y, por tanto, parte de nuestras vidas.

De la felicidad (y su ausencia)

Pero hay veces que la felicidad es imposible porque la injustica se ha instalado en nuestra existencia como un inoportuno e incómodo pasajero. Roberto Saviano consiguió hace una década el reconocimiento internacional con la novela Gomorra y su denuncia de las prácticas de los clanes mafiosos que establecían un terrible sistema de control de la realidad económica y política de la sociedad napolitana. Traducida a decenas de idiomas y convertida en película y serie de televisión de éxito, su libro aportó una merecida fama al escritor, pero llevó aparejada una sentencia de muerte que le obligó a ocultarse continuamente. En Todavía estoy vivo (Reservoir Books, traducción de Carlos Mayor) se acompaña del dibujante Asaf Hanuka para contar la realidad de esa vida que le ha condenado a una cárcel sin barrotes, esperando una sentencia que nunca sabe ni cuándo ni dónde vendrá. Una crudísima historia que habla de la felicidad imposible, de la pérdida de cualquier cosa parecida a un hogar o intimidad, del miedo continuo ante cualquiera que se te acerque, del terrible terror de saber que aquella persona a la que puedas amar estará también sentenciada, de la injusticia de saberse condenado cuando los encarcelados debían ser otros. El historietista israelí Asaf Hanuka lleva este compleja historia a su terreno, con ese particular estilo de exquisito naturalismo que se adentra en la metáfora gráfica y el simbolismo, transformando las palabras de Saviano en pesadillas visuales que aportan a la denuncia el impacto de unas imágenes que gritan visceralmente, que se agarran al discurso racional para expresar la irracionalidad de esos miedos e injusticias, la rabia ante la impotencia, desbrozando las espinas de ese camino hasta llegar a la única realidad a la que aferrarse: estar vivo. Para contar la verdad, para exigir la justicia.

Una obra excelente que reclama al lector un compromiso más allá de la lectura ante la realidad que vive el escritor italiano.

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