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La fiesta y su circunstancia

En ‘Jolgorio’, Brecht Evens, da rienda suelta a su inventiva y sus acuarelas para pintar una ciudad que atrapa a sus habitantes nocturnos, consumidos por unas ganas locas de fiesta, de relacionarse, pero sobre todo de perderse entre la muchedumbre.

La fiesta y su circunstancia

La obra de arte es un contrato íntimo entre quien crea y quien recibe la obra, condicionando toda la experiencia a un cúmulo de circunstancias personales y, por supuesto, subjetivas que rodean el momento de su disfrute. Toda creación nace con una intención, pero el mensaje final que le llega a la persona que la recoge muta y cambia según los contextos personales y, por supuesto, culturales e históricos. Es cierto que el análisis más académico debe tener en cuenta la coyuntura del momento en el que vio la luz la obra, pero no es menos evidente que el impacto dependerá de cuándo ha llegado a las manos de alguien esa misma creación, situaciones que se deben entender como diferentes para evitar no pocas tensiones que pueden incluso derivar en conflictos, como bien sabemos hoy por la lógica sensibilización de una sociedad que es consciente de los errores del pasado.

En esta reflexión, parece imposible que una obra creada hace apenas cuatro años como Jolgorio, de Brecht Evens (Astiberri, traducción de María Rossich), pueda entrar en esta doble lectura, pero el mundo ha cambiado tanto en apenas un par de años que cualquier cosa es hoy posible. Publicada originalmente en 2018, el cómic de Evens se emparentaba rápidamente con otra de sus obras anteriores, Un lugar equivocado (sin sentido), en tanto recuperaba esa apariencia de testimonio banal de una noche de juerga. La historia de tres personajes bien distintos que se dejan llevar por la noche volvía a volcar toda su potencia en la libertad con la que el dibujante usa el color, creando vibrantes paletas de cromatismo intenso y chocante que genera flujos incontenibles, tan bulliciosos como desbordantes. Personajes que se ven arrastrados por esa corriente sin ser realmente dueños de sus actos, inmersos en un espacio y tiempo que se aleja de la realidad para sumergirse en una psicodelia hipnótica creada por el juego de luces, donde las acuarelas transforman a los humanos en extrañas sombras traslucidas que se mueven por unos escenarios de vitalidad orgánica e imparable. Páginas llenas de esa coralidad humana festiva que parecen componer un jolgorio fantasmal en la que la alegría y la juerga va dejando entrever una soledad aplastante y opresiva que no encuentra lugar entre la multitud.

Un brillante ejercicio de estilo que envuelve una reflexión amarga, pero que publicada cuatro años después, adquiere todavía más recovecos y esquinas. Tras un confinamiento que obligó a la sociedad a olvidarse de cualquier celebración, a rehuir la reunión con miedo, Jolgorio aparece como una especie de canto reivindicativo de esa fiesta, de esa necesidad humana de compartir la alegría con los demás, pero su reflexión sobre la soledad nos deja nuevas preguntas: ¿Qué hemos aprendido de esta pandemia? ¿Hasta dónde el ser humano ha sido capaz de entender lo que ha pasado? El ansiado fin de las restricciones con la que la gente se lanzó a recuperar las calles, el ansia por volver a disfrutar de la noche… Quizás solo estamos volviendo a un simulacro de normalidad, a un decorado de colores vivos como los que plantea Evens que nos haga olvidar la realidad que nos devolvió el espejo en el aislamiento, para dejarnos arrastrar como esos tres protagonistas sin pensar en un futuro cada vez más extraño y esquivo.

Si nos fijamos solo en la obra, Jolgorio es una joya visual exuberante que obliga a una dura reflexión sobre la soledad humana. Pero en el contexto de hoy, la obra de Evens actúa no solo como reflejo imprevisto de una época y de una realidad, sino como profunda denuncia de las incoherencias de nuestro devenir cotidiano.

No se puede terminar esta reseña sin destacar la impresionante labor realizada por Juanjo el Rápido en la compleja rotulación y el cuidado diseño de Alba Diethelm a la hora de conseguir que la riqueza cromática de esta obra no pierda ni un ápice de fuerza en una edición impecable.

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