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Ortiz y Segura, el tándem perfecto

Ortiz y Segura, el tándem perfecto

Pocos autores han tenido en España trayectorias tan largas y fecundas como José Ortiz. Comenzó a trabajar con 16 años para la editorial Maga y fue uno de los grandes referentes del cómic producido desde València en los años 50 gracias a series como El duque negro o Dan Barry Terremoto, pero su inmensa capacidad de trabajo le permitió triunfar en otras editoriales con obras tan recordadas como Sigur el Vikingo. Sin embargo, el gran éxito de Ortiz le vendría del extranjero: en los sesenta comenzó a trabajar para agencias, recalando finalmente en las Selecciones Ilustradas de Josep Toutain, desde donde triunfaría como uno de los artistas más reconocidos de Warren Publishing, siendo su firma habitual de las míticas cabeceras Eerie o Creepy y convirtiéndose pronto en el artista que más páginas realizó para la editorial. Su proverbial rapidez, que nunca fue en detrimento de la calidad de su trabajo, sería clave para un éxito que se prolongaría finalmente en los años 80 en su propio país gracias al encuentro con el guionista valenciano Antonio Segura, posiblemente uno de los mejores escritores que ha tenido el cómic español y mundial. Con él realizó obras maestras como Hombre, Burton y Cyb, Morgan o la inédita en España, Ozono, demostrando que la línea abigarrada y el espectacular tratamiento del blanco y negro se adaptaban como un guante a la ironía con la que Segura lanzaba misiles al sistema desde los géneros clásicos. Un tándem que funcionó tan a la perfección que la exigente editorial Bonelli les permitió realizar varias historias de Tex, su personaje fetiche y al que siempre se había reservado el guion para los escritores de la casa. Por desgracia, salvo Hombre, que ha protagonizado varias reediciones, la mayoría de las obras de Ortiz y Segura son prácticamente imposibles de conseguir en la actualidad. Afortunadamente, la editorial sevillana Isla de Nabumbu está haciendo una labor constante de reivindicación y recuperación de los autores de los 80 y, tras las obras de Rafael Auraleón o Marika Vila, ha decidido dedicar su esfuerzo a una obra menos conocida, pero en la que el talento de estos dos autores brilla espectacularmente: Las mil caras de Jack el Destripador. Publicada originalmente en 1984, en la versión española de la revista Creepy, es una curiosa aproximación al mítico asesino en serie que evita recordar los hechos que le hicieron famoso para ficcionar qué ocurrió tras aquellos famosos cinco asesinatos. Obligado a esconderse para evitar el seguimiento policial, el destripador es imaginado por Segura como un maestro del disfraz que seguirá ejerciendo su particular pasión, lo que le permite no solo reflexionar sobre el mito, sino enlazarlo tanto con el escenario histórico de la decadencia victoriana como con los mitos de la cultura popular de la literatura y el cine que hicieron popular a Jack. De Dickens a Poe pasando por Arthur Conan Doyle, de Peter Lorre a la Annie Manzanas de Betty Davis sin olvidar al Frankenstein de Karloff, las referencias y guiños se multiplican en estas historias que desbordan de ese humor negro que el guionista valenciano tan bien practicaba, con ese escepticismo hacia el ser humano y la convicción de que la maldad siempre gana. Un planteamiento que Ortiz entiende a la perfección y borda con esa plumilla de línea suelta que componía a la perfección las atmósferas de suciedad y crepúsculo que las historias exigían, jugando con la mancha de negro para crear esa sensación constante de inquietud que lleva directa al terror y el espanto ante la locura.

Dos genios que supieron entender el género como pocos y que trabajaron en perfecta simbiosis para dar a luz algunas de las mejores obras de nuestro tebeo, de las que ahora se recupera una excelente muestra en exquisita y cuidada edición.

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