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Peter Brook es nuestra Europa

Un recorrido por los teatros continentales en honor a uno de los mejores dramaturgos fallecido hace una semana.

Peter Brook es nuestra Europa

Durante años he tejido mi propia Europa como una tela de araña. Que nadie se equivoque: su supuesta fragilidad es sólo aparente, pues se sabe que antiguos marineros encontraron telas de araña entre sus jarcias, a miles de kilómetros de su puerto de origen, y también se han hallado telas de araña en la superficie de cohetes espaciales. Estas y otras muestras de resistencia se dan a la vez que su mínima visibilidad. Y sobre eso voy a contar, a propósito de la reciente muerte de Peter Brook, hombre total de teatro

Porque a Brook le pertenecen algunas de las ocasiones donde he fijado tramos de esa tela de araña en mis viajes para estar en teatros sorprendentes, para asistir a espectáculos tan efímeros y bellos como igualmente resistentes. Y aún más: construidos a la fuerza o con astucia.

Un ejemplo se sitúa a finales de la Segunda Guerra Mundial, Giorgio Strehler entra en Milán en un cine abandonado (que había sido antes cuartel nazi). Va hasta la puerta. De un puntapié la tira. La sala está destrozada y el escenario es pequeño (7 x 4 ms.). Por eso funda allí el Piccolo Teatro, iniciando así una historia de 40 años de esplendorosos espectáculos, como el que allí vi años más tarde: La tempesta, de Shakespeare, -este sí que fue un montaje inolvidable-. Lo recuerdo, mientras pienso que en València aún queda un viejo cine que aún podría ser teatro grande.

Mi propio taller ambulante de hilar lo sitúo, en primer lugar, en un inimaginable anclaje, la Roundhouse de Londres. Un lugar recuperado para espectáculos de alto voltaje. Por razones propias, nombraré dos eventos, The Doors, con un Jim Morrison aún vivo, y en teatro el Living Theatre, al que años más tarde y milagrosamente pudimos ver en el Teatro Princesa de Valencia, antes de que ardiera. Pero si ahora cito la Roundhouse (donde, por cierto, también vi otra función de Brook: The Iks) es por oportunismo o súplica: ese edificio en su origen fue una nave ferroviaria transformada como teatro, cosa que estaría bien que ocurriera en el Parque Central de València, por ser cosa necesaria para la ciudad.

La siguiente jornada de nuestro hilo invisible lleva a París, a un teatro incendiado, el Bouffes du Nord. La aventura la cuenta una colaboradora de Peter: «Había un teatro detrás de la Estación del Norte. Entramos por un boquete en la pared, y descubrimos un teatro sucio, chamuscado, podrido por la lluvia, comido por la carcoma y, sin embargo, todavía noble, humano, refulgente, sobrecogedor…» Ningún espacio vacío mejor para Brook, de quien allí un día vimos o compartimos La Conferencia de los Pájaros, un antiguo y bellísimo poema sufí.

El último andén es ya más cercano, el Mahabharata, de inspiración hindú. Ocho horas de espectáculo que pasaron como un instante sin tiempo para todos nosotros, en Barcelona, la ciudad que supo rescatar de la Exposición Internacional el fecundo Mercat de les Flors.

Fueron de tan reconfortante efecto esos viajes que casi no me puedo atribuir el mérito, sino sólo el de seguir aquel impulso, de cuando en 1990 desde el Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana programamos a Peter Brook y su Woza Albert!. Como asumiendo a gusto el dar a conocer en el Rialto un espacio vacío de Brook (dos actores, dos focos y un montón de periódicos) al público de nuestra ciudad. Quizás fue demasiado pronto, aunque posteriormente vinieron a València dos funciones suyas, -Hamlet y Ta main dans la mienne-, en teatros de desigual vigencia actualmente, el Moma Teatre, -hoy gimnasio-, y el Micalet, desde siempre resiliente.

Ahora caigo en la cuenta que la metáfora arácnida no era gratuita, pues las arañas construyen su tela por una biosíntesis que ellas mismas segregan. Este proceso con sustancia viva es la mejor manera de describir el itinerario aquí contado, en honor a Peter Brook, un hombre demasiado grande para atreverme a explicarlo, ni aún ya muerto. En lugar de eso, he preferido rememorar momentos, -esto es, vividos-, y a la vez mostrar un recorrido ejemplar de cómo el teatro puede construir Europa. Organismo en el que yo creo, quizá porque soy incorregible.

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