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Las casas de baño

Un recuerdo de esos días que están grabados en nuestra memoria con el fuego de sol mediterráneo.

Las casas de baño

Los más mayores del lugar recordarán la costumbre de ir el domingo a la valenciana playa de Las Arenas y aprovechar las casas de baño que permitían a la familia cambiarse, dejar la ropa y disfrutar tranquilamente de la jornada. Una experiencia cotidiana común a las familias de toda la costa del Mediterráneo en aquellos años 60 y 70, de seiscientos abarrotados a temperaturas propias de una caldera de Pedro Botero y bocadillo de tortilla de patatas con arena al ritmo de Los Chunguitos. La cosa acababa siempre de nuevo en la casa de baño, con una buena ducha para eliminar la arena y el salitre acumulado para dejar a chiquillería y parentela listos para revista, con la única evidencia del día playero de la rojez evidente de la piel quemada tras muchas horas de insidioso Lorenzo. Reconvertidas hoy en restaurantes o pubs de moda en las zonas de playa, aquellos pequeños recintos pintados de blanco inmaculado con asientos de madera curtida por los años con mil manos de pintura verde ya solo existen en la memoria nostálgica, imágenes que ya casi aceptan el calificativo de «vintage» en este mundo de rápida velocidad de olvido.

Las casas de baño

O no, porque afortunadamente Isaac Sánchez, recordado por muchos como el famoso youtuber Loulogio Pi pero hoy ya establecido como autor de cómic de largo recorrido, recupera toda esa vida y experiencia en la novela gráfica Baños Pleamar (Dolmen Editorial). Su experiencia añade una mirada diferente: él vivía en uno de esos baños, regentado por su familia, lo que le permite traducir esa mirada nostálgica que muchos tenemos de aquella época en una catarsis personal donde las tradiciones familiares y sociales se entremezclan con una realidad cotidiana que era su propia vida infantil. Sánchez acierta perfectamente en un tono que evita la simple nostalgia para tirar del ovillo de los recuerdos en busca de su yo actual: su pasión por dibujar, la influencia de su familia, la mitificación de la cultura del momento, la idealización del padre… Momentos que necesariamente están ligados a un espacio físico, pero que pronto se convierten en puertas a experiencias privadas que comparten muchos de los lectores de una forma u otra. El relato de los sentimientos íntimos abre camino al recuerdo de las propias experiencias, tanto desde ese aroma de madalena reconvertido aquí en olor de calamares refritos y paella como desde esas imágenes que llegan como fotografías en papel Kodak de colores perdidos por el paso del tiempo.

Ya solo con esta reivindicación entregada de la memoria, Baños Pleamar sería una lectura más que recomendable, pero la obra de Sánchez va más allá al juntar tanto la reflexión sobre la biografía personal del autor como la crítica a la voracidad empresarial que hizo desaparecer estos y muchísimos más comercios. La pérdida paulatina del negocio se liga tanto a la evolución de una sociedad en evolución constante como a los cambios que llevaron a la explotación turística del litoral como un espacio de ocio que se alejaba de la etiqueta familiar, abriéndose a las franquicias y a una modernidad que no dejaba espacio para la escasa rentabilidad del negocio familiar. Una crítica que es consciente (y posiblemente resignada) de una realidad imparable, pero que sabe plasmar en viñetas las incoherencias y contradicciones del «exitoso» modelo turístico español.

Puede que para un lector joven, lo que cuenta Isaac Sánchez sea una colorida visión de una España que ya no existe, pero para muchos, su lectura nos lleva directamente a recordar esos domingos que nunca volverán, pero que están grabados en nuestra memoria con el fuego de sol mediterráneo.

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