Los recientes trabajos arqueológicos realizados en el antiguo convento de la Santa Cruz de Llombai han permitido descubrir el pavimento primigenio del edificio religioso, donado por Francesc de Borja y construido en el siglo XVI. Las catas efectuadas tenían como objetivo conocer una construcción sobre la que apenas se han realizado trabajos de campo y, de este modo, plantear posibles propuestas de rehabilitación. Cabe recordar que el ayuntamiento planea adecentar el edificio para ponerlo en valor y que sea un referente cultural, histórico y patrimonial.

Un equipo multidisciplinar de la Universitat Politècnica de València con María José Ballester (arquitecta del Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio), Ignacio Bosch y el arqueólogo Rafael Martínez-Porral a la cabeza, ha trabajado durante un mes en una campaña de catas para el reconocimiento arqueológico, constructivo, estructural y del subsuelo del convento de Llombai.

A través de un georradar, los arqueólogos descubrieron un pavimento que se extendía por todo el claustro. No obstante, se encontraba oculto, ya que en su día se rellenó con una capa de tierra de casi medio metro. Algo similar ocurría con la base de los arcos. La excavación permitió sacar a la luz el suelo, bajo la galería claustral, compuesto por piedras de colores que forman una composición floral con tonos rojos, blancos y negros. De igual manera, se observó un pavimento espigado en la sala sur, donde se pudo documentar la existencia de un muro perpendicular al actual espacio, que indica un cambio de distribución. Los trabajos también permitieron sacar la luz «un sistema de cimentación mucho más complejo de lo que parecía a simple vista, ya que se tuvieron que salvar desniveles de casi cuatro metros», explicó Martínez-Porral. Conocer la existencia de estos desniveles permitirá, en posteriores estudios, revelar la distribución del antiguo convento, si bien ya existen algunas conjeturas al respecto. «Podríamos determinar dónde estaba el aula capitular, el cementerio o las celdas de los monjes», incidió el arqueólogo.

Paralelamente, los trabajos arqueológicos buscaron aportar información sobre el aljibe, cuyo tamaño se desconocía hasta la fecha y el pozo que se encuentran en el patio. Tampoco se conocía su capacidad ni el sistema de captación de aguas, pese a que sobre esta segunda cuestión se han descartado algunas posibilidades. La capa de casi medio metro que cubría el pavimento original tampoco dejaba ver las pilastras y su molduración ni la canaleta de tejas con la que probablemente se regaría el patio.

Una joya por pulir

El trabajo de subsuelo es cosa de los arqueólogos, mientras que los arquitectos se centraron en la estructura vertical de un convento que es una joya por pulir. «Siempre se ha hecho un mantenimiento mínimo, nunca se había hecho una campaña de catas de tanta profundidad. Es cierto que perdió buena parte de su infraestructura y que se encuentra deteriorado, pero la propia ruina resulta interesante», explicó Ballester, que añadió: «El sistema estructural no se conoce, no sabemos cómo se han construido todos los cimientos, ni si hacían muros con contrafuerte o en arco».

Los forjados y los muros también fueron objeto de estudio, a través del sistema de videoendoscopio, que consiste en insertar una cámara de alta resolución que se puede mover en todas las direcciones a través de un pequeño orificio, lo que permite comprobar el estado de la estructura. «Realizamos diferentes comprobaciones. Se pudo comprobar que el tapial se reparó debido a que había perdido la costra, aunque se encuentra en buen estado. También inspeccionamos los muros para conocer la humedad», explicó la arquitecta. Además, se realizaron extracciones para poder realizar pruebas químicas en un laboratorio, lo que permite conocer la composición del muro o su resistencia, entre otros factores. No obstante, se requerirá de una mayor inversión para profundizar en los misterios del antiguo convento dominico de Llombai que todavía están por descubrir.