Son muchos años ya de problemas en la agricultura y los labradores han demostrado que, a pesar que representan un sector comercial mayor, tienen capacidad para renovarse, para redefinirse. La crisis citrícola en el territorio valenciano ha propiciado una diversificación del riesgo en parte de las producciones, un cambio que ha tenido su mayor ejemplo en el caqui, que conquistó los campos de naranjos de la Ribera en sustitución del cultivo tradicional hace una década y ha transformado la superficie agrícola; en Alginet, el 90 % corresponde a caquis. También otros cultivos como el almendro, el pistacho y el kiwi han sonado con fuerza en los últimos años pero no han llegado a consolidarse por diferentes motivos.

En el territorio valenciano, los aguacates contaban, en el año 2017, según el Ministerio de Agricultura, con una extensión de 413 hectáreas. Ahora, solo dos años después, fuentes del sector muestran que su impacto ya es superior a las mil hectáreas. En poco tiempo se ha doblado la oferta y, por tanto, la apuesta por el fruto subtropical entre los labradores valencianos. El boom de su crecimiento es innegable y sus beneficios, tanto económicos en su producción como en el ámbito de la salud, claramente evidentes.