Algemesí eleva las tradiciones valencianas

La Festa que maravilló a la Unesco vuelve a exhibirse ante miles de visitantes emocionados 

La fuerza del colectivo levanta pasiones 

Fiestas de la Mare de Déu de la Salut en Algemesí

Miguel Ángel Montesinos / A. Iranzo

Algemesí abre cada 8 de septiembre el tarro de las esencias valencianas. Levanta la tapa y embriaga las calles más céntricas del municipio del aroma, la suntuosidad y la pompa que rodean las grandes solemnidades. Casi dos mil vecinos vestidos con indumentarias tradicionales despliegan el catálogo más heterogéneo de danzas y sonidos envolventes. Las procesiones dedicadas a la Mare de Déu de la Salut son un lujo sensitivo. Activan las emociones más profundas que conectan con el acervo cultural que nos legaron nuestros antepasados. Los desfiles detienen el tiempo para imponer ese ritmo pausado y parsimonioso de los rituales católicos. Una liturgia que impugna la impaciencia de la sociedad actual y concede espacio a la conversación sosegada, que facilita la armonia social y desafía a las prisas, que permite, en suma, relajar el alma de los espectadores. 

Las dos procesiones que recorrieron ayer las serpenteantes calles del barrio histórico no dan pie a la indiferencia. O gustan mucho o aburren. La lentitud ceremonial puede resultar a priori desesperante, pero en realidad no es nada cansina. Los ojos nunca reposan. El escenario cambia permanentemente porque los múltiples actores de la interminable representación se suceden ante el público con una obstinada constancia. La retina es incapaz de abarcar las breves piezas teatrales que escenifican los misterios y martirios. Tampoco consigue retener a todos los personajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento que comparecen junto a los santos patronos locales. Y, cuando el sonido de la ‘dolçaina’ y el ‘tabalet’ domina el ambiente para ordenar la cadencia de las danzas resulta complejo fijar la mirada ante la intensidad y prodigalidad de los estímulos que se reciben. El campo de visión es inabarcable.

Obra cumbre de la Muixeranga

La Festa impregna buena parte de la vida social de Algemesí. Es una manifestación popular sentida, idolatrada por la mayor parte de los lugareños, que se implican desde pequeños para transmitir esos valores y evitar que caigan en el olvido. Hay devoción, desde luego, pero también una férrea militancia civil dispuesta a garantizar que ese herencia folclórica subsista. El pueblo se divide en cuatro distritos que se turnan para organizar los festejos. Exhiben su instinto de pertenencia con pasión y orgullo. Eso les hace más fuertes. Las figuras de la Muixeranga, obra cumbre del universo patrio, culminan con un niño o niña de corta edad que gana altura en la torre humana gracias a una cimentación de brazos, piernas y espaldas entrelazadas, una estampa que simboliza la fuerza intergeneracional del colectivo.

La marcialidad de Els Tornejants que custodian a la Virgen.

La marcialidad de Els Tornejants que custodian a la Virgen. / Miguel Ángel Montesinos

Joan Baldoví, hoy síndic de Compromís en las Corts, sentía ayer «envidia sana» al comprogar esa fortaleza social capaz de conservar unas tradiciones que sólo en Algemesí encontraron refugio. «Es un milagro que perduren», concedió antes de reconocerse admirado «por esa maravilla». El vicepresidente del Consell, Vicente Barrera, también ensalzó la «puesta en valor de la idiosincracia y de todas las tradiciones» y el presidente de la Diputación, Vicent Mompó, comprometió el apoyo institucional «a los símbolos y pilares patrimoniales» de los valencianos.

Los vecinos mostraron ayer su espíritu y sus sentimientos más profundos ante miles de visitantes. Cada septiembre exhiben lo mejor de sí mismos. No hay vanidad ni pedantería. Se muestran tal cual son. De hecho, no puede sorprender que todas las puertas de las casas por las que discurre la procesión estén abiertas de par en par. No hay pudor. Todo se comparte. Las calles y las viviendas están llenas. Su patrimonio, desde 2011, ya es de toda la Humanidad.