Una plaza de garaje ya vale más que una parcela agrícola de 12 hanegadas en Alzira

Un sondeo del mercado inmobiliario muestra una tendencia al alza de bajos y espacios en aparcamientos comunitarios mientras el valor de la tierra de cultivo cae

Con 25.000 euros se puede comprar una parcela, pero no muchos de los locales en venta

La escasez de plazas en la vía pública, sobre todo en el centro, elevan las pretensiones de los vendedores

Un hombre observa la oferta de una inmobiliaria de Alzira.

Un hombre observa la oferta de una inmobiliaria de Alzira. / Agustí Perales Iborra

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

Adam Smith es el responsable de una de las teorías económicas más conocidas, incluso, entre aquellos sin estudios en la materia. Dicho de una forma simplista, habló sobre una «mano invisible» que regula el mercado y equilibra los precios. Pues esa mano que nadie ve genera comparaciones que resultan curiosas, como poco. En Alzira, por ejemplo, ya resulta más caro adquirir una plaza de aparcamiento en un garaje comunitaria (dos líneas pintadas sobre el pavimento) que una parcela agrícola de doce hanegadas. Mientras el valor de la tierra de cultivo cae ante la crisis que atraviesa el sector de la agricultura, lograr un espacio para estacionar vehículos es cada vez más costoso.

Tan solo hace falta una simple búsqueda por internet o a través de agencias inmobiliarias para observar, con no poca perplejidad, los precios que alcanzan los garajes. Más sorprendete es si cabe la cantidad que algunos propietarios reclaman por una plaza en un aparcamiento comunitario. Dependiendo de la zona de Alzira, el valor se puede disparar incluso hasta los 28.000 euros. No resulta tampoco extraño encontrar bajos con superficies construidas que rondan entre los veinte y los treinta metros cuadrados por precios cercanos a los cuarenta mil. Unas cantidades difíciles de asumir para la gran mayoría de bolsillos. Deambular con el vehículo hasta encontrar un espacio libre en la vía pública se convierte, por tanto, en una práctica habitual para el común de los mortales.

Un vehículo sale de un aparcamiento de Alzira.

Un vehículo sale de un aparcamiento de Alzira. / Agustí Perales Iborra

Como los alquileres

Como ocurre con los precios de una vivienda en alquiler, que no han parado de crecer en los últimos años, la inversión necesaria para adquirir un garaje es cada vez mayor. La «mano invisible» de Smith empuja hacia arriba su valor. Las dificultades para aparcar, especialmente en el centro de ciudad, repercuten en que las plazas disponibles alcancen una elevada cotización

Ocurre lo contrario con las parcelas rurales. La crisis que atraviesa el sector agrícola, que ha protagonizado numerosas protestas en los últimos días para denunciar su precaria situación, genera una depreciación de aquellas parcelas rurales que se utilizan para el cultivo. De hecho, como ya ha informado Levante-EMV, cada año se handonan numerosas hectáreas. Los propietarios prefieren que se lance a perder un pedazo de tierra fértil que mantenerlo, pues las producciones agrarias generan pérdidas económicas entre los pequeños agricultores.

Hay quien, antes de dejar perder por completo su terreno, decide buscar un comprador. Una tarea que resulta complicada, ya que no hay muchos candidatos dispuestos a invertir en un huerto en un contexto poco favorable. Entonces, sucede lo contrario que ocurre con las plazas de garaje. El valor cae. La misma búsqueda a través de internet y de inmobiliarias permite encontrar en Alzira parcelas rurales a precios inferiores. Por ejemplo, unos 10.000 metros cuadrados de tierra (doce hanegaas) se pueden comprar por 24.000 euros

Motor económico

Por tanto, en una misma ciudad, dos líneas pintadas sobre el pavimento entre las que cabe un único coche alcanzan un valor de mercado que incluso supera al de miles de metros cuadrados de tierra cultivable. Evidentemente, entre las opciones a la venta se pueden encontrar plazas de garaje más baratas y huertos más caros, pero no deja de llamar la atención cómo unos precios y otros siguen trayectorias opuestas hasta el punto de invertirse su cotización en el mercado. Especialmente, en una ciudad donde la agricultura ha sido uno durante años el principal motor económico.

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