Decenas de activistas en derechos humanos, expertos en nuevas tecnologías y periodistas debaten de forma anónima sobre la censura y la vigilancia en internet en el marco del primer congreso Circumvention Tech Festival, que se celebra en Valencia hasta el viernes.

Son participantes de Cuba, Venezuela, México, Colombia, Estados Unidos o Canadá que se saben observados, que protegen su identidad y se presentan con nombres simulados o los "nicks" con los que se identifican en la red y que piden no ser fotografiados ni citados.

"Puede trascender lo que se dice, pero no quién lo dice", explica una de las promotoras de uno de estos talleres que recuerda a los asistentes las reglas, mientras los participantes beben café y comparten hojas de coca para mascar.

Los debates se desarrollan en pequeños grupos, apenas una veintena de participantes, en los que rigen la confidencialidad y las técnicas de participación activa. Todo el mundo ha de hablar.

De inmediato se advierten las evidentes diferencias que comporta el ejercicio de la profesión periodística en determinados países, especialmente en aquellos con problemas de seguridad o gobernados por regímenes más autoritarios donde parecen haberse difuminado los límites entre el periodismo y el activismo.

Entre profesionales de la información de aquellos países, pese a contar con medios técnicos rudimentarios, existe una amplia conciencia del uso de herramientas de seguridad digital, navegadores que garanticen privacidad, correos o chats telefónicos encriptados.

Las posiciones son mayoritariamente críticas con la forma en la que los gobiernos garantizan la seguridad de los datos de los ciudadanos, especialmente entre los participantes venezolanos, que aseguran haber constatado lo "trivial" que resulta obtener datos oficiales sobre la población.

Otros lamentan lo complicado que resulta "convencer" a quienes les escuchan de las garantías que ofrecen las herramientas de privacidad en la red.

Muchos de estos activistas organizan actos públicos en los que se promueve la denuncia de abusos policiales o casos de corrupción, se exponen con el fin de crear canales de información a través de los cuales canalizar la protesta.

"La seguridad para nosotros ha de convertirse en un hábito, debemos evitar que surja sólo en reacción a un problema concreto", subraya un activista mexicano.

Su tesis es respaldada prácticamente sin oposición, aunque un compatriota suyo advierte que el uso de estas herramientas para la privacidad en la red debería limitarse a lo estrictamente personal, ya que su simple utilización, independientemente del contenido que se transmita, puede "hacer sonar las alarmas".

"Esto es como si instalo rejas en todas las ventanas de mi casa... En cierto modo doy a entender que hay algo valioso en su interior, algo que merece la pena ser robado".

Y añade, "cuanta más democracia, más seguridad vamos a necesitar en nuestras telecomunicaciones. Si vives en un país con un gobierno autoritario, como Corea del Norte, ya sabes quién te persigue y probablemente sepas también cómo, pero en democracia muchas veces no sabes de dónde puede venir el golpe".

Como creadores o portavoces de canales de denuncia, son conscientes de que "si el Gobierno te tiene en el punto de mira es complicado escapar, pero eso no quiere decir que no se pueda hacer nada, siempre hay que plantear la lucha, aprovechar que no siempre los políticos están organizados y plantean una resistencia monolítica".