Enrique Herreras

L a Pavana vuelve a la carga con una nueva obra de Christopher Durang (ya van cuatro), un autor de hoy que ha logrado mantener el tono realista norteamericano pero pasado por la vanguardia francesa, o más concretamente, por Ionesco. Es lo que acontece en esta comedia grotesca, negra, paródica, satírica, absurda, o como se quiera llamarla. En un principio, por el tratamiento del lenguaje y por las situaciones inverosímiles, parece una obra de Ionesco, para acabar, al final, en un tono que firmaría el mismísimo O$27Neill.

Y es que los norteamericanos, por mucho que quieran, no pueden escapar el toque psicoanalítico. Un toque representado en esta ocasión por el señalado final, por un joven que busca su papel en la sociedad, por su desquite al haber crecido en un hogar (otra tema muy norteamericano: la quintaesencia familiar) con unos padres que no estaban preparados para la paternidad. Pero esto ya es el principio, genial principio (carcajada salvaje; «Madre, el drama padre», como diría Jardiel Poncela), en el que dichos padres no se ponen de acuerdo en cómo llamar al bebé. O más aún, no se ponen de acuerdo en el sexo. Al fin y al cabo, la madre subraya que los doctores le dijeron que podía decidir más tarde. Y así ocurre. Le llaman Natacha.

En fin, un material para lucirse Rafael Calatayud. Lo hace. Ha perfilado un trabajo escénico muy creativo, al servicio de la neurosis de los personajes. Un cuadro expresionista que centrifuga las múltiples situaciones. Todo fluye con naturalidad en un espacio escénico pictórico, bien iluminado. Y un elenco actoral muy afinado en la tragicomedia. Marta Belenguer aporta un grado alto de credibilidad, presencia escénica y vocal. Muy bien acompañada por el tic cómico-tierno de Juli Disla, así como el resto del elenco, o el trazo grueso que borda Lola Moltó (Nanny), adecuado para la ocasión.

Para una ocasión perfilada por una inestabilidad emocional, donde el autor va, incluso, perdiendo parte de su mordaz ingenio para que todo acabe bien (dulce). Ya lo dijo Ionesco: el progreso social está mucho mejor con azúcar.