Juan José G. G., el hombre acusado de matar de una cuchillada en el corazón a un conductor de 31 años en una gasolinera de Benifaió tras una discusión de tráfico, alegó ayer ante un jurado popular que él en ningún momento agredió a su víctima ni tenía intención alguna de matarlo. «Se abalanzó sobre mí y se clavó él solo la navaja», insistió el procesado ante las preguntas de la fiscal, que solicita quince años de prisión por un delito de homicidio con la circunstancia agravante de abuso de superioridad.

En su particular versión de lo ocurrido el 4 de junio de 2018, tras una discusión al volante por un adelantamiento en la autovía A7, el acusado sostiene que después de que la víctima le recriminara su forma de conducir y le amenazara, con la ventanilla bajada, porque no podía pasar por el carril rápido, decidió parar en la gasolinera para llamar a la Guardia Civil, pero que no le dio tiempo a pedir ayuda porque el otro conductor fue a él corriendo y comenzó a golpearle. «Me dio una patada o un empujón, ahora mismo no lo recuerdo», indicó.

El acusado, que incurrió en varias contradicciones con su declaración durante la instrucción, no supo aclarar el momento en el que sacó y abrió la navaja y la empezó a esgrimir para, según él, que no se acercara su oponente.

Las acusaciones sostienen que el presunto homicida bajó del coche con la navaja escondida, con ánimo de atentar contra la vida de su víctima. El procesado argumentó que esa navaja siempre la llevaba en el bolsillo porque era pastor. De igual modo, sobre los motivos por los que huyó del lugar dejándolo malherido, el acusado afirma que ni vio en ningún momento que sangrara y que cuando se dio cuenta de lo que había pasado decidió entregarse al ver un control de policía. La detención se produjo en Algemesí dos horas y media después del acuchillamiento.

En la sesión de ayer también declararon los testigos que iban como acompañantes en los coches. La pareja de la víctima reconoció que no vio en ningún momento la navaja, lo cual descarta la versión del acusado de que la esgrimiera de un lado para el otro. Mientras que el hijo del procesado, que estaba a escasos tres metros, manifestó que no vio ni empujones, ni golpes. Además reconoció que su padre no estaba ni enfadado ni asustado, lo que descarta tanto un posible brote de ira como su supuesto miedo insuperable, que dijo que tuvo al recordar otro incidente en el que fue tiroteado en el coche.