«Fui víctima de un loverboy, estaba ciega»

Una mujer a la que estafaron 30.000 € mediante el timo amoroso confiesa que llegó a estar como «abducida» por esta relación a distancia  

Una víctima del timo amoroso relata su experiencia.

Una víctima del timo amoroso relata su experiencia. / Fernando Bustamante

«Es un placer conocerte querida mía. ¿Cómo es tu día? Soy de Estados Unidos, un ingeniero marino especializado en la perforación de petróleo del mar. Pero actualmente estoy dentro del gran océano en Australia con un contrato de seis meses con Eni Oil and Gas Company. Querida, realmente quiero entablar una amistad contigo, tal vez podamos tener una relación seria».

Es solo el comienzo del mensaje enviado de forma masiva desde un país extranjero –habitualmente Nigeria o Benín– para establecer un primer contacto con sus potenciales víctimas. La gran mayoría no cae en el engaño y el correo o mensaje privado si se trata de una red social se va directamente a la papelera, pero con que una o uno de los receptores –también hay víctimas hombres– responda a este primer mensaje, la maquinaria se pone en marcha y comienza la fase de cortejo para engatusar al afectado/a en cuestión hasta el punto de que una vez ganada la total confianza de la víctima, pasar a la fase en la que se reclaman ciertas cantidades de dinero para sufragar costes varios, desde recuperar un maletín retenido en Aduanas hasta supuestamente abrir una caja fuerte llena de oro.

Así actúan los autores del llamado timo amoroso, o loverboy, una variante de la estafa del nigeriano, en la cual en vez de ilusionar a sus víctimas con una herencia imaginaria o un premio millonario de lotería, se juega con la afectividad emocional y la promesa de un encuentro que nunca llega a producirse.

«Yo fui víctima de un loverboy, estaba ciega, como abducida», confiesa Lola –nombre ficticio ya que no quiere que su entorno sepa lo que vivió– todavía avergonzada por haber caído como una quinceañera en la red que fue tejiendo su supuesto enamorado. En su caso le llegaron a estafar cerca de 30.000 euros entre los meses de enero y mayo de 2019. Todavía hoy está pagando los dos préstamos personales que sacó en su día –de 12.000 y 9.000 euros– para ayudar a este «amigo» –asegura que no lo llegó a considerar su novio en ningún momento– para sufragar los costes de los trámites burocráticos para desbloquear un valija retenida en Aduanas.

Cuatro años después de denunciar los hechos la persona que presuntamente le estafó, al parecer de origen nigeriano, tras hacerse pasar por un ingeniero americano, viudo y con un hijo, sigue sin haber sido llevado ante la Justicia. Fuentes policiales especializadas en delitos tecnológicos y de la sección de Criminalidad Informática de la Fiscalía Provincial de València coinciden en señalar las dificultades con las que se encuentran para poder identificar y extraditar a los sospechosos de este tipo de delitos amorosos cuando se cometen desde terceros países sin convenio con España.

De los pocos casos que finalmente llegan a juicio está el de un acusado que se hacía pasar por médico de la Marina americana destinado supuestamente en Irak y que necesitaba que le ayudaran porque los paquetes de la Cruz Roja no le llegaban. Todo ello con la promesa de que cuando tuviera un permiso iba a venir a conocer en persona a su amada. «La estafa era muy burda, incluso le envió la foto de su pasaporte en la que aparecía con la bata de médico y el caleidoscopio colgando», recuerdan fuentes jurídicas.

Expertos en delitos tecnológicos advierten de las dificultades para llevar ante la Justicia a los autores

Lola no pierde de la esperanza de que en alguna de las operaciones llevadas a cabo por la Guardia Civil o por la Policía Nacional se detenga al hombre que le engañó «con palabras dulces», que hoy con la distancia del tiempo le parecen absurdas. «Me preguntaba: ‘¿cómo está hoy mi princesa?». «En ese momento no lo veía, tenía una tela encima de los ojos», admite.

Este tipo de estafadores tratan de aprovecharse de las carencias afectivas de sus víctimas. En el caso de la valenciana estafada, la mujer asegura que cuando esta persona contactó con ella a través de una web de citas tampoco es que buscara una relación. «Yo estaba con el padre de mis hijas, no tenía la necesidad de una pareja, quizás era la monotonía, el tener un amigo con el que hablar», confiesa.

Tuvo que ser una amiga la que le abriera los ojos sobre lo que estaba pasando. «Mi fallo fue no haber buscado la foto que me envió antes por internet», explica Lola para que su experiencia le sirva a otras posibles víctimas. La foto correspondía a una persona real, un empresario americano que nada tenía que ver con esta trama. Una vez destapado el engaño se encaró con su estafador. «Y él seguía insistiendo como si nada. Se sienten impunes».