El presunto asesino del canónigo buscó cobijo en un hostal a 300 metros de la Policía

Miguel V. N., de 40 años, fue captado por varias cámaras sacando dinero en cajeros y pagando comidas y bebidas en bares y cafeterías: en total, 2.327 euros en 48 horas

La intervención del teléfono del cura y los fotogramas de los bancos guiaron a los agentes hasta el acusado

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

El hombre acusado de haber asfixiado al canónigo emérito de la Catedral de València Alfonso López Benito buscó refugio en un hostal ubicado a 300 metros de la comisaría de Abastos de la Policía Nacional y a 500 de la Jefatura Superior de Policía de València, sede, entre otros muchos, del grupo de Homicidios que lo buscaba desde apenas unas horas después del hallazgo del cadáver.

Y fue en la habitación número 1 de ese pequeño establecimiento hotelero, situada justo enfrente de la recepción, donde fue detenido. En realidad, Miguel V. N., de 40 años y que sobrevivía en la calle, durmiendo en bancos y parques menos cuando lo hacía en casa del canónigo, fue apresado en el rellano entre su habitación y la recepción, ya que, pese a que había cuatro policías nacionales del grupo de Homicidios preguntando por él en ese momento a la recepcionista, salió de su cuarto con tranquilidad y no trató en ningún momento de zafarse ni de meterse de nuevo en el interior.

Una relación sexual discontinua

Incluso prestó su consentimiento para realizar un registro voluntario en la habitación, en ese momento su domicilio, y desbloqueó sin problema ante los investigadores el móvil del sacerdote, que estaba dentro de la estancia, y que fue la clave para que lo arrestasen en ese preciso momento.

La Policía Nacional conocía, de manera aproximada, la ubicación del presunto homicida, que mantenía con el cura una relación sexual discontinua iniciada meses atrás, pero, gracias a la actividad de ese teléfono, que no solo no apagó, sino que usó para enviar mensajes tanto al portero de la finca de Alberto López como a otras personas, acabó dando con su localización exacta.

La torpeza de los mensajes

Tal como ha venido publicando Levante-EMV, el cadáver del canónigo emérito fue encontrado por el conserje y un amigo del fallecido sobre las 11.15 horas del martes, 23 de enero, vestido únicamente con su calzoncillo y tendido bocarriba en su cama, en la vivienda del Arzobispado de València que ocupaba, ubicada en la puerta 14 del número 22 de la calle Avellanas. Las ventanas dan justo enfrente a la fachada lateral derecha de la sede episcopal. El sacerdote tenía marcas claras de asfixia en su rostro que hablaban de un asesinato.

Desde el primer momento la Policía supo que alguien, probablemente quien había cometido el crimen, se había llevado el teléfono móvil de la víctima, y que lo estaba usando para enviar mensajes, posiblemente para tratar de retrasar el hallazgo del cuerpo.

Hallan muerto con signos de asfixia al canónigo de la Catedral de Valencia

Agencia ATLAS

«Miguel el próximo fin de semana iré a Valencia»

El primero llegó a las 9.49 horas de ese martes al móvil del portero de la finca: «Miguel el próximo fin de semana iré a Valencia».

Aunque le causó extrañeza y no era la manera de expresarse del canónigo y este no le había advertido que fuera a irse, no le dio más importancia hasta que, a las 10.45 horas, llegó un amigo del canónigo diciendo que había quedado con él, algo incompatible con que no estuviera

«Miguel paso algo estoy ocupado»

Ambos subieron a la quinta planta y, haciendo uso de la copia de las llaves de la portería, viendo que no respondía al timbre ni a sus voces, entraron. Al verlo muerto en esas circunstancias, salieron asustados y, nada más alcanzar el rellano, a las 11.14 horas, el conserje recibió un segundo wasap desde el móvil del fallecido que rezaba: «Miguel paso algo estoy ocupado [sic]». Se quedaron lívidos y llamaron al 112.

En las siguientes horas, los agentes del grupo de Homicidios ya habían solicitado y obtenido la intervención del teléfono de Alfonso López, y sus conexiones a las antenas lo situaban entre el distrito de Abastos y el centro de la ciudad.

1.800 euros en cajeros en 48 horas

La segunda clave fue el uso de las dos tarjetas que Miguel V. N. le sustrajo al fallecido. Realizó cuatro extracciones en dos cajeros de la entidad bancaria donde el canónigo tenía su cuenta: dos de 300 euros el mismo lunes 22 (el crimen habría sido cometido esa madrugada) y otras dos de 600 el martes y el miércoles.

Pero, además, hizo casi veinte pagos con esas tarjetas, la inmensa mayoría en comida y bebida, pero por cuantías pequeñas y en bares sin pretensiones. Básicamente, Miguel V. N., que carecía de domicilio y había perdido dos trabajos, comió y bebió durante los dos días siguientes al homicidio.

Grabado en los cajeros y en los grandes almacenes

En total, el fraude asciende a 2.327 euros: 1.800 en extracciones en efectivo (al ser detenido, solo tenía 875, por lo que se desconoce si los casi 1.000 euros que faltan se los ha dado a alguien y por qué), 142 en comida y bebida y el resto en dos compras en unos grandes almacenes. 

Fueron precisamente las imágenes de los cajeros y las de los grandes almacenes las que sirvieron a los policías par rastrear los hoteles de Abastos hasta dar con el hostal en el que, efectivamente, se había alojado apenas tres horas antes de su detención.