"Es muy duro saber que te viene la muerte y no poder hacer nada"

Una sobrecarga en una regleta provocó el incendio de la Fuensanta en el que murieron atrapados por el fuego dos ancianos y su hijo, de 58 años y con problemas de movilidad

El retorno al lugar de la tragedia con tres muertos atrapados por el fuego

Ignacio Cabanes

El tiempo parece haberse detenido al abrir la puerta del domicilio de la calle Escultor Salcillo, en el valenciano barrio de la Fuensanta, donde la mañana del 3 de abril del pasado año el fuego y el humo se llevó las vidas de un matrimonio de ancianos, Encarnación Molina y Miguel Rodríguez, junto a su hijo Francisco Miguel, de 58 años y con problemas de movilidad. «Aunque ha pasado un año, es como si la última vez que hablé con mi abuela fuera ayer», confiesa afligida Sara tras entrar por primera vez al piso arrasado por las llamas.

En el suelo del recibidor unas fotografías que resistieron la acción del fuego, un pintalabios, un peine e incluso el kit de maquillaje de Encarna, que pese a sus 84 años no perdía la costumbre de arreglarse ante el espejo de la entrada antes de salir de casa. Todo permanece intacto, como quedó tras la extinción de las llamas y la inspección realizada por la policía científica, cuyo informe determinó que la causa accidental del fuego fue una sobrecarga en una regleta donde estaba enchufado el sillón eléctrico que usaba la octogenaria.

La tragedia del incendio de Campanar les ha hecho revivir y compartir el dolor de la pérdida de aquellos a los que quieres y que el fuego les arrebató sin escapatoria alguna, tras alcanzarse temperaturas de 800 grados en el piso calcinado. «Es muy duro saber que te viene la muerte y no poder hacer nada», afirma al recordar cómo perecieron sus abuelos y su tío, en similares circunstancias a las diez víctimas mortales de la finca de Nou Campanar.

Los informes definitivos de autopsia han concluido que los dos ancianos murieron por la inhalación de humo y su hijo por las quemaduras

Encarnación y su marido Miguel, de 89 años, fallecieron como consecuencia de una intoxicación por monóxido de carbono, como así han concluido las autopsias, cuyo resultado definitivo ha sido comunicado a la familia esta misma semana. Ella pereció tumbada en su habitación, incapaz de alcanzar el andador a los pies de la cama, al no poder levantarse sin ayuda. Dentro de uno de sus puños los forenses hallaron un rosario. La octogenaria se aferró a lo único que podía para salvar su vida, la fe.

De los tres, Miguel fue quien menos sufrió. «Mi abuelo no se enteró, lo encontraron en la cama en la misma posición de reposo», señala Sara. El anciano dormía en una habitación al fondo del piso, en el lado opuesto al foco del incendio, y estaba conectado a un respirador. Su vida se apagó al igual que el aparato que utilizaba para conciliar el sueño.

La muerte de Francisco Miguel fue la más dolorosa, tanto para él como para sus familiares, que vieron como se quemaba tratando de pedir auxilio de forma desesperada en el balcón de la vivienda. Debido a sus problemas de espalda se desplazaba en silla de ruedas, cuyo esqueleto metálico permanece en el comedor junto al resto de enseres calcinados. La puerta del piso estaba cerrada con llave y en esos momentos de terror el hombre optó por la peor de las vías de escape. «Abrió la ventana para pedir ayuda y eso avivó las llamas», se lamenta su sobrina al recordar a su tío, quien desesperadamente, sin poder gritar por el cáncer de lengua que padecía, murió al sufrir quemaduras en el cien por cien de su superficie corporal antes de que los bomberos pudieran rescatarlo.

Las ramas de los árboles impedían el acceso a los bomberos

Para sus familiares el tiempo que tardaron en llegar al domicilio desde que se efectuó la primera llamada al 112 es un mundo, más aún estando el parque de Bomberos a solo 600 metros. A ello se sumó la imposibilidad de acceder rápidamente al balcón mediante las escaleras de altura porque las ramas de los árboles sin podar dificultaban el rescate. «Queremos que se depuren responsabilidades», aseguran, bien sea contra el ayuntamiento por no tener en condiciones el arbolado público de la calle Escultor Salcillo o contra los propios servicios de emergencia si finalmente así lo dictamina un juzgado.

Por el momento su lucha judicial se centra en que los seguros respondan económicamente para reparar la vivienda, totalmente destruida por el fuego. «Solo quieren pagar una tercera parte de lo que cuesta la reparación», critica la nieta de los fallecidos sobre la actitud de la aseguradora Atocha, cuya cobertura de seguro de vivienda tenían contratada sus abuelos, con una póliza que incluía continente y contenido. Han tenido que solicitar una tasación imparcial al juzgado, pero todavía están pendientes de que tanto su seguro como el de la finca (Allianz) se pongan de acuerdo.

Muy queridos en el barrio

En el humilde barrio de la Fuensanta nadie olvida a estos tres vecinos, que eran muy queridos por todos. En especial Encarna, una mujer que luchó toda su vida para sacar adelante a sus dos hijos con problemas de salud y cuyo carácter bondadoso destacan los que la conocían. Una vez a la semana la anciana preparaba un perol de cocina y se lo llevaba a los sintecho en el cauce del río. «Les hacía jerséis y bufandas, siempre con esa sonrisa contagiosa», recuerda sin poder contener la emoción su nieta.

«Más que mi suegra, era como una madre», confiesa Antonio, quien tampoco puede olvidar la imagen de su cuñado asomado al balcón intentando apagar el fuego con unas sábanas.

El matrimonio de ancianos llevaba prácticamente toda su vida viviendo en la Fuensanta desde que en los años 60 abandonaron su Jaén natal en busca de una vida mejor cuando le detectaron meningitis a su hija. «Se vinieron con lo puesto porque aquí había buenos médicos y un colegio especial para mi madre», recuerda Sara.

Sin la repercusión mediática de otros incendios, la vida de estas tres personas merecía un reconocimiento para que su recuerdo perdure entre las llamas.

Encarnación y Miguel, los dos ancianos fallecidos en el incendio de su piso en la Fuensanta.

Encarnación y Miguel, los dos ancianos fallecidos en el incendio de su piso en la Fuensanta. / Levante-EMV

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