El narco Pepito reduce a la mitad la condena tras admitir que ejecutó de un tiro a un ex miembro de su banda en Guadassuar

José P. G. accedió a pactar con la fiscal, tras una tensa y dura negociación porque no quería constar como autor material del asesinato, un acuerdo por el que sus abogados han logrado que su condena sea menos de la mitad de lo que pedía el ministerio público

Los testigos relatan ante el tribunal que escucharon a Pepito decirle a su víctima "¡arrodíllate!" y luego, un único disparo

Octavio Ortega murió de un tiro en la coronilla, efectuado a cañón tocante y cuando estaba de rodillas

El narco Pepito declara ante el juez

L-EMV

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

A regañadientes, pero cumplió. José G. P., el narco de l’Alcúdia al que todos conocen como Pepito, admitió ayer ante la presidenta de la sección quinta de la Audiencia de València y los otros dos magistrados de la sala que componían el tribunal, que fue él quien apretó el gatillo y ejecutó a Octavio Ortega, un antiguo miembro de su banda, de un tiro en la coronilla a cañón tocante tras acorralarlo y obligarle a ponerse de rodillas a sus pies, durante una refriega entre la banda de Pepito y la de Octavio, a primera hora de la tarde del 20 de abril de 2010 en la partida de la Garrofera, en Guadassuar

No es un final épico para un caso que ha costado casi 14 años, con fuga y ocultamiento en Marruecos durante cinco años incluidos, pero ese reconocimiento, propuesto por los abogados y los de su antiguo lugarteniente, Sergio R. B., alias Perkins, permitirá a ambos que la condena se vea reducida a menos de la mitad: en vez de los 48 años y medio que les pedía la fiscal, los dos se quedan con una pena de 23 años y medio.

Una negociación dura y tensa

Ese pacto altamente favorable para Pepito y para Perkins no fue, sin embargo, fácil. Los penalistas Miguel Ferrer y Patricia Cogollos, defensores de Perkins, y el letrado de Pepito llevaban semanas negociando con el narco de l’Alcúdia, a quien la Guardia Civil, la Gendarmería marroquí y la Policía italiana consideran responsable de la distribución de cientos de toneladas de hachís a lo largo de más de 15 años. Hace dos semanas, el acuerdo se cerró

Sin embargo, ayer, justo cuando iba a comenzar el juicio contra José P. G. y Sergio R. B., los últimos dos en ser enjuiciados por este caso –los otros cinco lo fueron en 2018, a la misma pena cada uno que la aceptaba ayer por su exjefe y por Perkins–, Pepito puso una nueva condición para mantener el acuerdo de conformidad: que él no constase como autor material del asesinato de Octavio, bajo el argumento de que, simplemente, él no había sido quien apretó el gatillo.

La Guardia Civil acordona la zona en la que se produjo el tiroteo.

La Guardia Civil acordona la zona en la que se produjo el tiroteo. / Vicent M. Pastor

La Fiscalía se negó en redondo. Entre otras cosas porque la sentencia contra los cinco implicados juzgados en 2018, que ya es firme después de que la confirmara el Tribunal Supremo en abril de 2020, lo deja claro: todos participaron, pero fue Pepito quien apretó el gatillo. Afirmación que los testigos siguen manteniendo a día de hoy.

El tira y afloja se mantuvo durante dos horas y media, así que el inicio de la vista, que debía haber comenzado a las diez de la mañana -y que estaba previsto que durase cinco días-, se demoró hasta las 12.30 horas.

Mismos hechos, la mitad de condena

La presidenta de la sala empezó leyendo la nueva calificación de los hechos redactada ayer mismo por la fiscal, manteniendo el relato de los hechos, pero reduciendo la petición de pena de 48,5 a 23,5 años: 11 por el asesinato de Octavio, otros 11 por el de los dos asesinatos intentados de los hombres de este que resultaron muertos (5,5 años para cada uno) y 11 meses más por la tenencia ilícita de armas.

El primero en ser preguntado si admitía los hechos fue Perkins. Lo hizo sin dudarlo y con alivio, desde la sala de videoconferencias de la cárcel de Villena, donde se encuentra. Pepito apenas le dedicó una mirada de unos pocos segundos.

A continuación, le llegó el turno a él. No hubo entusiasmo en su voz, pero respondió con síes claros a las preguntas de la magistrada de si comprendía los hechos y los admitía. Con ese gesto, la vista oral concluyó para él y para el que durante años fue su más fiel escudero, ya que ambos renunciaron al último turno de palabra y a continuar estando presentes en el juicio contra ellos. Eran las 13.15 horas.

Gracias a ello, Perkins fue desconectado de la pantalla y Pepito, conducido de nuevo por dos agentes de la Policía Nacional al calabozo de la Ciudad de la Justicia, desde donde fue trasladado a la cárcel de Picassent. Y de allí, al centro penitenciario donde se encuentra en este momento, en un penal de Castilla y León.

"Dijo ‘¡arrodíllate’! y sonó un tiro"

Pese a esa conformidad, la fiscal quiso que entrasen a declarar tres de los testigos de aquellos hechos, dos de los cuales recibieron sendos disparos por la espalda: uno en un glúteo y otro, en una pierna. La acusadora pública pretendía, y lo consiguió, dejar el caso bien atado para que los hechos quedasen reflejados sin hueco para la duda.

Los tres fueron tajantes: admitieron no haber visto a Pepito apretar el gatillo, porque o bien estaban corriendo como posesos loma arriba para escapar de la lluvia de tiros que les dirigían los atacantes, o ya se habían tirado entre la maleza para que no los remataran. Pero sí escucharon. Con claridad. Los tres lo afirmaron sin dudar: "El que le dijo a Octavio ‘¡arrodíllate!’ fue Pepito. Era su voz. Seguro. Y luego se escuchó un solo disparo". Uno de ellos llegó más lejos al describir que la víctima solo llegó a decir "ya está bien, ya está bien". No le sirvió de mucho. Justo después, la detonación. Una sola.

Los tres guardias civiles del grupo de Homicidios y de Criminalística que declararon ayer tampoco ofrecieron dudas: los testigos reconocieron desde el principio a Pepito como autor material y los rastros de sangre y disparos –residuos, metralla, casquillos y restos de proyectiles– reflejan que unos, los que salieron peor parados, huían terraplén arriba y otros disparaban sobre ellos mientras los perseguían. Y que alcanzaron a Octavio tras 800 metros de carrera cuesta arriba porque, lo dijeron sus propios hombres, fue más lento que los demás. Ahora, ya solo queda hacer oficial la sentencia.