En la misma época que el padre de la genética, Gregor Mendel, científico austríaco del siglo XIX, publicaba sus famosas leyes y experimentos con guisantes, nacía a la sombra del experto en botánica en la capital del Túria el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). Hace siglo y medio comenzaba a fructificar el germen de uno de los centros de investigación de referencia que entre otros hitos ha desvelado el origen de los cítricos. Pues no estaba claro hasta hace muy poco tiempo. Un equipo de investigadores, liderado por el Centro de Genómica del IVIA junto al US Department of Energy Joint Genome Institute, en Walnut Creek (Estados Unidos), analizó genomas de 58 variedades de cítricos diferentes y demostró recientemente que las naranjas se originaron en un área limitada por el este de la India, el norte de Myanmar y el oeste de Yunnan.

Pero más allá de estos descubrimientos curiosos para el público en general, el instituto arrancaba su época dorada a principios de los años setenta, tras el acuerdo con el Banco Mundial para generar uno de los programas de investigación agrícola más ambiciosos y jamás desarrollados en España. Aumentó el número de científicos y técnicos. Muchos completaron su formación en EE UU, Francia, Bélgica, Reino Unido, Italia y Australia. Se incorporaron técnicos extranjeros y en 1976 se trasladó a Moncada (a un terreno de 44 hectáreas y modernas instalaciones). En 1984 el Gobierno central transfirió las competencias en investigación agraria a la Generalitat, que en 1991 creó el IVIA y, posteriormente, otros centros tecnológicos. Llegó a contar con una plantilla de 400 trabajadores.

Cuenta el ingeniero agrónomo y autor del libro Origen y actividades del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias 1968-2000 Salvador Zaragoza Adriaensens, que lo que comenzó siendo un «pequeño local», junto a un minúsculo campo para la aclimatación de nuevos cultivos y experimentación de nacientes técnicas agrarias (ubicado en los jardines del Real, Viveros), se ha transformado en un complejo de I+D+i de referencia en todo el mundo con laboratorios, invernaderos, abrigos de cuarentena, campos de cultivo y centros de investigación de citricultura y producción vegetal; así como áreas desprotección vegetal y biotecnología post-recolección, agroingeniería, de desarrollo para la agricultura sostenible y tecnología animal. En investigaciones relativas a la bilogía y genética molecular ha localizado genes de resistencia al devastador virus de la tristeza, que arrasó la citricultura valenciana hace décadas. Y trabajó en la obtención de tomates tolerantes a la salinidad o en la mejora genética del almendro y al arroz, entre otras cuantiosas iniciativas.

Pero también los efectos de la crisis de 2008, con los consiguientes problemas financieros del Consell, afectaron de lleno a este centro de élite. La falta de personal científico fijo puso en riesgo su futuro porque el aumento de plazas estaba congelado desde principios de los ochenta. Prestigiosos científicos se han jubilado y sus plazas han sido amortizadas. El instituto tutelado por la conselleria de Agricultura de Elena Cebrián y dirigido ahora por Enrique Moltó tiene el reto de adaptarse a los tiempos. Para ello, la administración autonómica prepara una nueva ley con la que pretende devolver al IVIA el esplendor mundial que tuvo en la investigación agroalimentaria. Veremos.