El Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas) lidera un proyecto europeo con un presupuesto de 8 millones de euros que busca alargar la vida útil de los electrodomésticos y reutilizar sus piezas cuando estén completamente obsoletos. El proyecto, que se llama C-Servees, lo ha impulsado la Unión Europea dentro del programa Horizonte 2020 y cuenta con la implicación de la multinacional turca de productos electrónicos Arçelik (propietaria de marcas como Beko o Grundig), la firma de cartuchos para impresora Lexmark y la compañía alemana de telecomunicaciones Adva. La Unión Europea subvenciona la iniciativa con 6,3 millones de euros (el resto lo abonan las empresas implicadas). Aimplas ha recibido 465.105 euros para coordinar y desarrollar una parte de la investigación con un equipo de 15 profesionales dirigidos por Enrique Moliner.

El responsable valenciano de la investigación explica que están trabajando sobre cuatro productos: lavadoras, televisores, cartuchos de impresoras y equipos de telecomunicaciones. «Buscamos soluciones innovadoras. Primero nos centramos en el ecodiseño para que los componentes de los equipos se puedan reciclar al final de su vida útil. También analizamos la posibilidad de sustituir la venta de productos por servicios como ya empiezan a hacer las empresas de coches (con los programas de leasing o los de carsharing). Esto tiene la ventaja de que el propietario del producto es la empresa y al final de la vida útil tiene que hacerse cargo de la gestión de los residuos. Y trabajamos para que los productos se puedan reparar y salgan de nuevo al mercado», asegura Moliner. El proyecto arrancó en 2018 y tiene un plazo de ejecución de cuatro años. «Lo que hacemos es lo opuesto a la obsolescencia programada. El objetivo es que los aparatos electrónicos duren lo máximo posible. Tenemos un abanico muy amplio de productos de corta duración como los móviles, que mucha gente renueva cada dos años. Eso no es sostenible», sentencia.