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GaleríaAbierta

Estructuras emocionales

Técnicas mixtas

Geometrías del horizonte

SET Espai´Dart. Pl. Miracle del Mocadoret 4. Hasta el 17 de enero

Reflexión sobre el entorno en sus ocultas dinámicas, Mayte Alonso (Madrid, 1971) trabaja creando finas y espaciadas urdimbres de aluminio que si bien refieren al paisaje como casa de la humanidad también lo hacen como interpretación de las mutables energías que le otorgan sentido, son, en ese orden, orografías, telurias y geografías a las que el espectador dota de contenido desde su identidad como tales experiencias de la estructura y su subyacente silencio. Aquí un argumento esencial.

Acostumbrada a intervenir „con grandes formatos„ en espacios abiertos en contacto con la arquitectura, es decir con una mirada pre-condicionada al diseño urbanístico y la circulación humana, en esta ocasión la artista traslada al espacio cerrado de la galería una expresión que busca en el pequeño formato y su diálogo íntimo una poética del encuentro no exenta de emocionalidad. En sus palabras, «para incidir en el significado de la escultura como proceso mental». Cuestión evidente en un modo de operar basado en la síntesis. Sólo maximalizado en una gran pieza creada para el espacio interior de la sala a modo de recreación de los movimientos universales.

Evanescentes, etéreas como perfiles de otras formas sólidas renuentes a abandonar su condición de entidades, su personalidad de complejas estructuras o maquinarias celestiales, sus piezas refrendan en la sombra su levedad virtual y, al hacerlo, se posicionan enigmáticas y fronterizas en el intertanto de la corroboración de los sentidos. Aledañas a una mecánica estelar y metafísica que no fija sino mantiene un perpetuo oscilar entre lo visible y lo incontrastable, en su elegante trabajo de formas cerradas que exaltan el vacío y líneas que van y vuelven alzadas y sensuales, concurre una potente coreografía que busca en el espectador el ritmo de la que es su musicalidad.

Hugo Martínez-Tormo

Frágiles cuerdas

Varias técnicas

Interlinks

Sala de Exposiciones de la Universidad Miguel Hernández. Edificio de Rectorado. Av. de la Universidad s/n. Elche. Hasta el 12 de enero

Morir

es un arte, como todo

Yo lo hago excepcionalmente bien

Estas líneas escritas por Sylvia Plath podrían perfectamente ser el resumen de esta tremenda, magnífica exposición. El dolor acerado y recurrente, o quizás el íntimo convencimiento de que ya no puedes controlar tu vida, el prolongado y lúgubre túnel en que parece haberse convertido la existencia, son motivos para, tras varios e intensos periodos de reflexión, apartarse de la escena, desaparecer para siempre. El suicida dice no tener ninguna atracción por la muerte, pero lo cierto es que no deja de pensar en ella. La autora mencionada escribió en su única novela La campana de cristal «Nada tenía que ver conmigo, pero no podía evitar preguntarme cómo sería ser electrocutado». Lo escribió pocas semanas antes de poner fin a su vida.

Hugo Martínez-Tormo (Valencia, 1979) relata en primera persona cada uno de esos momentos en que ha caído en los infiernos, en los que ha deseado, necesitado diríamos, autodestruirse, ya sea picando piedra, arrollado por un tren, lacerado o inmolado. Cada video, cada performance es un momento catártico, una necesidad angustiosa de reiniciarse y renacer cual ave fénix. Lo realmente extraordinario no es solamente que cada una de sus acciones y los elementos que acompañan al video „los sacos de piedra y arena picados por él, o la reproducción de sus brazos, la destructora de papel, las cenizas o los trocitos de papel metidos en un tarro de cristal„ son realmente hermosos, aunque esta palabra resulte chocante hablando de dolor, angustia y soledad. Lo increíble, como decimos, es que su catarsis es un poco también la de cada uno de los espectadores; como si, tras visionar su destrucción y posterior reset, nos invitara a reiniciar nuestro personal programa. Y lo consigue.

Sin embargo, Interlinks, que así se llama la muestra, no es la autodestrucción del autor, o no únicamente. Profundizando en su formación, recorrido artístico y empeño en conectar el arte con la ciencia y la tecnología, cada uno de estos aparentes suicidios podría interpretarse asimismo como una llamada de atención hacia la pavorosa devastación que le estamos infligiendo a nuestro entorno. Porque él es de los convencidos de que vivimos en un mundo en el que todo está imbricado, la llamada teoría de la cuerdas donde cada elemento está interrelacionado. Un universo en el que las fuerzas de la naturaleza, quarks, electrones y neutrinos interactúan constantemente y lo que alteremos a los unos puede suponer la convulsión y posible destrucción de los otros. Es cierto que en esta teoría, en este modelo de comportamiento donde fuerzas y partículas actúan con rigorosa disciplina aparece, como no podía ser menos, una excepción, la gravedad. Probablemente la excepción, en esta muestra, sea la perseverancia del autor por hallar la luz al final del túnel.

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