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Adolfo Plasencia: "No hay certeza garantizada ante nosotros"

Adolfo Plasencia: "No hay certeza garantizada ante nosotros"

Científicos y humanistas responden a las preguntas más provocativas. Ya es incuestionable que prácticamente todas las disciplinas científicas de hoy en la vanguardia del conocimiento son híbridas. En dicha vanguardia, esa hibridación no solo tiene que ver con la mezcla más o menos borrosa de las ciencia básicas y/o aplicadas sino, al tiempo, de estas con las humanidades, la tecnología, e incluso el arte. La vanguardia, ahora mismo, se está abordando desde una suerte de nuevo quadrivium impulsado por la revolución horizontal de la digitalización, que a todo abarca. De algún modo, ello nos obliga a pensar de nuevo si no del mismo modo, sí contemplando las ideas con un horizonte holístico tal como lo hacían los filósofos y científicos clásicos, cuando eran las dos cosas al tiempo. El presente libro, publicado por MIT Press, es un reflejo de que esto está ocurriendo e intenta hacer una exploración en intersecciones y solapamientos de esa hibridación entre campos y disciplinas, que son los lugares donde están surgiendo ahora las nuevas ideas, que es tanto como decir, donde se están formulando las nuevas, potentes y más arriesgadas preguntas que son el mecanismo natural para el avance del conocimiento.

P Llama a este volumen un libro de diálogos en lugar de un libro de entrevistas. ¿Por qué?

R Le llamo así, porque realmente es un libro de diálogos y no de entrevistas. Diálogos y entrevistas son conceptualmente algo distinto, y sus propósitos son también distintos. Desde los Diálogos de Platón sabemos que uno de los mejores caminos para la búsqueda conjunta de la «verdad», o del conocimiento, como diríamos hoy, es hacerla «dialógicamente», es decir, mediante un diálogo en el que nadie que tiene una tesis o hipótesis previa sobre lo que se va a discutir. Se trata de una «investigación» conjunta a base de preguntas en la que llega un momento en que, a través de la conversación, uno se da cuenta de que el conocimiento que tenía sobre algo concreto es dudoso o cuestionable. El método de estos diálogos en este libro es muy del estilo del de la synusia que está definida por la Academia de Platón y que, en resumen, es como «un intercambio libre de conocimiento», un método que es también considerado como una pre-forma de la actual ética hacker. El del diálogo es un método conceptualmente diferente al de una entrevista o encuesta que es, en general, más apropiado para tratar temas dentro de áreas especializadas.

Elegí para el libro este método del diálogo y el conectar su diversidad porque me era mucho más útil para explorar una visión heurística y transdisciplinar, ya que uno de mis propósitos básicos era interconectar los diferentes modos de ver de distintas disciplinas cuya «cooperación» hoy es imprescindible para avanzar. Esa interconexión es una de las mejores maneras para abordar la mayoría de las cuestiones de mayor complejidad que caracterizan hoy en día a los temas aún por resolver. Como Ricardo Baeza-Yates nos recuerda en el libro, la complejidad viene de la diversidad, y para descifrar esa complejidad, necesitamos tanto las búsquedas propias de la ciencia -básica y aplicada-, como de las humanidades o el arte, que tienen su propio camino al descubrimiento. Para que esa citada interconexión sea efectiva, he entrelazado en el libro partes de algunas respuestas de diálogos con numerosas preguntas de otros, sabiendo que esta interconexión, a su vez, generará nuevas preguntas que probablemente no emergerían en un contexto de cultivo intelectual monodisciplinar. De esa forma el lector se va encontrando con la misma cuestión, pero vista desde diferente ángulos, lo cual le ofrece un panorama mucho más holístico sobre ese concepto. Un ejemplo son las reflexiones en el libro sobre ¿qué es la inteligencia?, un concepto que está abordado desde la neurociencia o neurofisiología, y también desde ciencias de la computación, la inteligencia artificial, la filosofía, o incluso desde la mecánica cuántica. La citada «exploración» comienza en el volumen con la lista de preguntas sobre cuestiones clave, que precede a los diálogos del libro y deja claro que este es un libro más de preguntas que de respuestas.

P A través de estos diálogos aborda «las preguntas más provocativas.» ¿Quería explorar esas preguntas o surgieron en el transcurso de sus conversaciones con los científicos?

R Desde el principio yo quería conseguir un conjunto interconectado, equilibrado y coherente, tanto en relación a los temas como en relación a las personas participantes. Dado que los diálogos debían realizarse en persona: tuve que ir a lugares donde físicamente pudiera reunirme con los participantes que tenía previstos. Entonces tuve que conseguir obtener su atención y ganarme la confianza, en muy pocos minutos, para que los participantes aceptaran realizar una conversación conmigo para participar en un proyecto a priori bastante inusual en los tiempos de hiper-especialización en que vivimos, sobre todo en ciencia y tecnología. Así que las primeras preguntas eran cruciales para involucrarlos. Hay que tener en cuenta que, en ese momento yo no podía prometer a ninguna de estas personas que sus palabras acabarían impresas en una edición de MIT Press como así ha sido. Debía obtener su interés con mi persuasión inicial y, milagrosamente, la mayoría de las personas fueron sumando su participación, en ventanas de su tiempo arrancadas literalmente de sus enormemente llenas agendas. Que yo recuerde, los participantes nunca se negaron a abordar ninguna de las preguntas, sin importar que le sacasen de su «espacio de confort intelectual», al igual que en las nuevas preguntas engendradas a partir de sus respuestas.

P Los científicos tienen la fama, quizá inmerecida, de centrarse demasiado en el núcleo estrecho de sus áreas de investigación. Sin embargo, en este libro han sido capaces de desarrollar sus pensamientos de forma más expansiva y saltando a través de las disciplinas.

R Los científicos y creadores que al final están en el libro tienen una merecida reputación por ser sabios en sus disciplinas. Sin su combinación de sabiduría y humildad, no hubiera conseguido tener esas conversaciones con ellos. Hoy es un hecho que la mayoría, sino todas, de las disciplinas de vanguardia donde surgen las nuevas ideas, se encuentran en áreas híbridas y borrosas (fuzzy). El libro es una exploración de esos espacios, y las personas elegidas para estos diálogos están involucrados en ellos. Pondré algún ejemplo. Uno de los participantes es José M. Carmena, que se ha formado previamente en ingeniería electrónica, robótica, inteligencia artificial y finalmente neurociencia, ahora lidera su propio laboratorio: el Brain-Machine Interface Systems Laboratory en la UC Berkeley. El trabajo en este laboratorio implica una combinación de neurociencias y diversas ingenierías y tecnologías. Su grupo de investigación recibe a jóvenes investigadores procedentes, al tiempo, de áreas como neurociencia, ingeniería electrónica, informática, telecomunicaciones, bioingeniería, etc. Allí el trabajo es completamente multi-disciplinar e híbrido. Hace muy poco han lanzado, con otros colegas, el prototipo de una tecnología llamada Neural Dust, que combina diversas micro-tecnologías electrónicas, emisiones ultrasónicas y es capaz de enviar señales en tiempo real de la actividad neural en el cerebro a través del cráneo, o del sistema nervioso, en modo wireless. La tecnología acaba de recibir el 2017 McKnight Award en innovación tecnológica en neurociencia.

Otro caso destacado es el de Pablo Jarillo-Herrero, quien trabaja en nanofísica, transporte cuántico electrónico y optoelectrónica en nuevos materiales bidimensionales como el grafeno, en el MIT. Su investigación combina la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad especial, con el fin de montar una teoría de la «mecánica cuántica relativista» con la que intentar comprender dicho comportamiento, poder aplicarlo en el mundo real y llegar a nuevas aplicaciones nunca vistas antes. Otro ejemplo es el del diálogo con el físico cuántico Ignacio Cirac, director de la División Teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, titulado: «La física cuántica tiene en cuenta el libre albedrío». El último término de este título siempre había sido un concepto de humanidades pero aquí está explicado en relación a la ciencia de la física cuántica. Y, un ejemplo más: Ricardo Baeza-Yates, que es un científico de la computación y que investiga ahora en big data y machine learning aplicados a internet, se refiere en su diálogo precisamente a lo que pregunta, ya que sus investigaciones informáticas están focalizadas en predecir el comportamiento humano a gran escala, o a escala social, cuando el «comportamiento humano» había sido siempre un tema propio de humanidades o ciencias de la salud. Ricardo me dice en su diálogo que yo intento sacarle del espacio teórico de la computación que es su disciplina natural de investigación, pero que a él le gusta, ya que su trabajo científico funciona en una vanguardia en la que la propia realidad también le obliga a hacer lo mismo.

Solo he dado algunos ejemplos ilustrativos, pero termino de contestar diciendo que conversar con personas como estas, que poseen un enorme bagaje de conocimientos y sabiduría, cuando saltan las divisiones entre disciplinas y «piensan fuera de la caja» (think out of the box) dicen cosas absolutamente fascinantes.

P ¿Hay algún diálogo en el libro que destaque por ser particularmente memorable?

R Para mí, todos los diálogos han sido memorables, porque todos han sido distintos. Fue particularmente memorable el de la astrofísica de exoplanetas Sara Seager, y también lo fue el del gran Hal Abelson de MIT CSAIL, y el de Henry Jenkins creador en el MIT del Comparative Media Studies. Aparte de su sabiduría, el contacto humano con personas como estas, es siempre emocionante. Podría citar otros participantes que, a su inmenso saber, suman una increíble empatía, humildad y capacidad para expresar de modo sencillo las cosas más complejas, como es el caso del nobel Mario J. Molina ; o el del profesor de Harvard, Álvaro Pascual-Leone ; o como la científica Rosalind Picard del MIT MediaLab, cuando habla de comunicación emocional o computación afectiva. Otros me han gustado mucho por los imprevistos giros en sus respuestas, tecnólogos como Michail Bletsas, Hiroshi Ishii, o el científico de la inteligencia artificial (AI), José Hernández-Orallo, con el que incluso pude conversar sobre la fórmula de la felicidad, la relación entre inteligencia y humor; o sobre si la AI podría convertirse, o no, en una amenaza.

Y algunos casos, que a priori parecían ser más fríos o distantes por sus disciplinas, circunstancias o personalidad, ha sido la dinámica del propio diálogo la que hizo que los propios interlocutores se abrieran a contestar nuevas e inesperadas preguntas. Como ocurrió con el científico de la computación Ricardo Baeza, cuando explicó que en algunos proyectos ha estado manejando los registros de comportamientos de 700 millones de personas, cada una de los cuales tiene una long tail (larga cola). Y lo mismo con Javier Benedicto, hablando sobre cómo se planifica lo imposible en el espacio con el Programa Galileo. Hay también en el libro creadores en ingeniería y arquitectura como John Ochsendorf y Yung Ho Chang , ambos del MIT, que profundizan en sus conversaciones sobre la idea aparentemente contradictoria de que, a la vanguardia de la arquitectura también pueden se puede llegar basándose en la sabiduría olvidada de la tradición.

Mención especial merecen los filósofos y creadores participantes que lanzan valientes argumentos hacia el territorio natural de los científicos y tecnólogos: Javier Echeverria, a quien le encaja bien la teoría de que el universo que contemplamos pudiera ser una representación o gigantesco holograma, o Cueva de Platón multidimensional. O el caso de David David Casacuberta que afirma sin ambages que «encriptar es un derecho humano». Desde el punto de vista personal también ha sido muy emocionante dialogar con John Perry Barlow, Richard Stallman y Tim O'Reilly, poeta, hacker y humanista, respectivamente, tres de mis héroes de la cultura digital. Y emocionante también fue vivir el diálogo-epílogo que cierra el libro, con el artista José María Yturralde, alguien muy especial que añade una visión crítica a la ciencia general desde el arte, aparte de que argumenta sobre si es posible refutar al gran poeta John Keats y es cierta la ecuación belleza desigual a verdad (belleza≠verdad) que le contradice, y si en el arte, se puede ir al pasado y cambiarlo, entre otras muchas reflexiones...

P Después de haber reunido estos diálogos en el libro, ¿cuál es su opinión sobre el futuro de la ciencia? ¿Nos dirigimos hacia una mayor certeza en relación a esas cuestiones fundamentales, o las respuestas parecen estar aún bastante lejos?

R Yo no soy científico y eso me da una cierta libertad para expresar mi opinión sin que otros colegas me afeen la conducta, aunque a seguro que alguien lo hará por mi, quizá, algo insolente atrevimiento y heterodoxia con este libro. Yo haría una fusión de las dos preguntas. Por una parte creo que la guía verdadera y más decisiva en nuestro camino al futuro es la ciencia, como se puede comprobar en el libro, pero siempre debemos tener en cuenta que la ciencia actual es una ciencia interconectada o fertilizada por las humanidades y los efectos de la digitalización. Este camino no es ni será fácil porque, a pesar de la cantidad gigantesca de datos y evidencias que apoyan en sus diagnósticos a la verdadera ciencia, aún hay personas y entidades relevantes que son capaces de actuar negando grandes hechos científicos. También me resulta asombroso que en el actual sistema o universo de la comunicación de que dispone ahora la humanidad, y que nunca tuvo antes, prosperen crecientemente con tanta fortuna supersticiones, pseudociencias, esoterismos, o falsedades deliberadas a escala global.

El amor a la verdad, propio de la ciencia y las humanidades, es hoy más necesario que nunca, algo a cultivar en todos ámbitos de la educación. Entre las nuevas habilidades que tendremos que incentivar está la de educar para aprender a distinguir entre lo verdadero y lo falso en la noosfera actual. Situándome en una posición como la que adopta Henry Jenkins, la de utópico crítico, entiendo los medios de comunicación (no de entretenimiento), como parte del sistema educativo de la sociedad y creo, habría que aplicar en estos medios de comunicación los mismos criterios éticos de amor a la verdad por encima de los criterios económicos habituales. A esto se le puede aplicar el perfectamente claro criterio que expresa en el libro Richard Stallman: «Es absurdo preguntar si la ética es rentable o no, porque es una responsabilidad previa, una obligación hacia los demás. La elección de la ética como guía sólo cuando es rentable es realmente lo mismo que no tener ninguna ética».

Los nuevos conocimientos sobre las certezas fundamentales ya no son propios de una disciplina concreta sino que son fruto de la combinatoria de humanidades y método científico, lo que nos permite, como dice en el libro el físico del CERN, José Bernabeu, ampliar las playas de nuestra pequeña isla de conocimientos y certezas contra el enorme océano de nuestra ignorancia. Creo que cada certeza demostrada científicamente nos trae nuevas y apasionantes preguntas; así que para mí, las grandes respuestas se encuentran sobre un horizonte hacia el cual va nuestro camino y al que, como cualquier horizonte, nunca lograremos llegar. Parafraseando a Steve Jobs, diré que en ese mismo camino también está nuestra recompensa. Así que coincido con Tim O’Reilly en que algunas de la certezas que nos proporciona la ciencia aplicada, es decir la tecnología, debemos orientarla a «hacer del mundo un lugar mejor» (aunque no siempre es así), y combinar eso con la máxima de Richard Stallman: «La tecnología sin la influencia de la ética es probable que haga daño». No hay certeza garantizada ante nosotros pero hemos de ser conscientes como dice el mismo O’Reilly que «El futuro no es algo que sucede, es algo que nosotros creamos». Por tanto, que el futuro sea mejor en términos de cuestiones fundamentales depende solo de nosotros. Y esa sí es una buena certeza.

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