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Los dineros de la cultura

Un lector me escribe a propósito de mi última columna afirmando que soy un exagerado y reconviniéndome con un latinajo: primum vivere, deinde filosofare. ¡Chúpate esa, yo también me sé poner cultureta! -viene a decir. Les pongo brevemente en antecedentes. En mi texto hablaba de un proyecto de Qatar para transferir los enormes ingresos que obtiene con el oro negro a oro gris, a oro de materia cerebral mediante la educación. El argumentario de mi reticente lector se resume en que ellos pueden permitírselo, nosotros no. Fíjese -me dice-, tenemos alumnos de primaria y de secundaria en barracones, cierto, pero necesitaríamos cinco millones de euros para albergarlos en aulas decentes. También tenemos una carencia generalizada de TICs y sería bueno modernizarnos de una vez, solo que las dotaciones necesarias se llevarían otros tres millones. Luego está el capítulo de personal -continúa implacable-, el más peliagudo. Puede -concede, displicente- que cuarenta alumnos por curso sea una barbaridad y que, además, buena parte del profesorado padezca sueldos de miseria y elevada volatilidad laboral, pero qué quiere que le diga, eso nos costaría veinte millones por lo menos. Todo eso sin contar con las becas de comedor, la atención a la discapacidad, etc, etc. Vamos, que o me consigue usted (por mí) los treinta y tres millones de euros que hacen falta con su varita mágica o más vale que se calle.

Pues sí, mi amable lector, tiene razón, como no soy taumaturgo, más me valdría callarme. El problema es que sé leer (para algo había de servirme la cultureta) y acabo de enterarme por la prensa de que la Conselleria d´Educació de los anteriores gobiernos, la de Font de Mora y sus sucesores, devolvió treinta y tres millones de euros a la UE, sin duda porque no sabían en qué emplearlos. Tremendo. Antes de que mi airado corresponsal se me adelante quiero dejar bien claro que no les estoy acusando de corrupción. La corrupción consiste en beneficiarse de los fondos públicos, pero esto en Educación y en Cultura es poco frecuente, sin duda porque no hay más cera que la que arde y los presupuestos de libre disposición son habas contadas. Por lo que les estoy recriminando es por su manifiesta incompetencia. Es evidente que las personas que nombraron para ocupar los puestos de mayor responsabilidad en el organigrama educativo no sabían lo que tenían entre manos. Así les fue en las últimas elecciones.

Sin embargo, la tendencia a poner a quien no está capacitado para el cargo no es privativa del Partido Popular. La que comento es una incompetencia especialmente escandalosa, pero hay otras: el baile de los interinos, que llevan una vida miserable, cambiando cada año de lugar de residencia y sin poder socializar en el entorno en el que trabajan; la bolsa de parados a los que no se ofrece ninguna solución porque tan apenas se convocan plazas y las que salen están lastradas por un baremo que penaliza a los que no tienen docencia; las continuas ingerencias de la administración y de sus prejuicios ideológicos en la confección del curriculum; el menosprecio reiterado de la investigación y de la universidad. Estas muestras de incompetencia se soportan más resignadamente por los ciudadanos porque parece que no cuestan dinero. Sin embargo, como se dice en contabilidad, hay que tener en cuenta tanto los activos, los recursos que generan ingresos, como los pasivos, los que generan gastos. Es evidente que la devolución de treinta y tres millones dilapidó un importante activo de la Comunidad Valenciana. Pero las otras muestras de incompetencia están incrementando de manera temeraria el pasivo del patrimonio educativo de todos los valencianos. ¿Qué tal si se ocupan de remediarlo ahora que están a tiempo sin esperar a que dentro de unos años la prensa les saque los colores también?

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